LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Guerras internas y predicciones de implosión en el Gobierno
Nicanor Boluarte es acusado de complotar contra Alberto Otárola
Luego de conocerse el audio en que el presidente del Consejo de Ministros (PCM), Alberto Otárola, supuestamente intercambia favores con una dama, se desató un escándalo nacional sin precedentes. Hubo una movilización mediática intensa y se iniciaron investigaciones preliminares en el Ministerio Público en contra del PCM. Era evidente que Otárola había caído por el escándalo. Horas después anunció su renuncia en una conferencia de prensa.
Sin embargo, luego de que la señorita Yaziré Pinedo revelara en el programa de Beto Ortiz que el audio que desató el escándalo era de enero del 2021 –es decir, cuando Otárola no era el PCM– las cosas empezaron a apuntar hacia un complot entre las propias alas del Gobierno. Cuando Pinedo agregó que Nicanor Boluarte, el hermano de la Presidente, estaba detrás del complot, las cosas comenzaron a oler a descomposición e implosión.
¿Qué puede haber sucedido en el gobierno de Boluarte para que luego de un año del golpe fallido de Castillo se llegue a este nivel de descomposición? Es evidente que estamos ante el resumen de la crisis de representación política nacional, ante la falta de partidos políticos y la falta de líderes con trayectorias. En este escenario yermo y vacío, saltan los aventureros para desarrollar estrategias de disputas que hacen volar por los aires criterios democráticos en la política nacional.
El tipo de guerras que se escenifica en el Ejecutivo –más allá de que el PCM renunciante lo negara– entre Otárola y Nicanor Boluarte solo se presentaron en el gobierno de Castillo entre caviares y comunistas. Y también durante el fujimorato, cuando el montesinismo eliminó a las demás alas que le disputaban el poder. En todos estos conflictos se presentaron las mismas regularidades: un escándalo, gran movilización mediática y la caída del emboscado con la respectiva judicialización.
El problema es que luego de este tipo de guerras los mencionados regímenes comenzaron a desmoronarse con un vacío de poder que aumentaba con el paso de los días. Es incuestionable que la única responsable de esta guerra civil en el Ejecutivo es la propia presidente Boluarte por haber permitido tanto margen de maniobra a su hermano Nicanor. Un margen de maniobra que llevó a los métodos duros de la antipolítica. La pregunta que emerge es, ¿cómo va a reaccionar el caído, que sabe toda la historia del Ejecutivo y de sus alas? Con tanto ataque y difamación no hay que ser demasiado zahorí para entender que la caída de Otárola traerá una larga y espinosa cola, más allá de que el PCM renunciante negará esa posibilidad.
¿Hacia dónde va todo? Si las alas que guerrean no tienen un pacto para la salida de Otárola, entonces, todo puede ir hacia la implosión y el adelanto de elecciones. Si como se dice, los guerreros ensangrentados parchan y llegan a acuerdos, quizá el Ejecutivo recupere estabilidad. Y, si por otro lado, se confirma que Martín Vizcarra también es uno de los conspiradores la reacción del Congreso será evidente y el gobierno de Boluarte se parecerá a un moribundo que se mantiene en pie.
Todos los peruanos de buena voluntad apostamos por la estabilidad y continuidad del gobierno de Boluarte hasta el 2026. Los más empeñados en que no llegue a las elecciones nacionales parecen ser los hombres fuertes del Ejecutivo. ¡Increíble tanta locura!
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