LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Gran noticia para la República: ¡el regreso del Senado!
La urgencia de crear una clase política con autoridad
El regreso a la bicameralidad mediante la creación de un Senado fue aprobado en la Comisión de Constitución del Congreso por 13 votos a favor, 5 en contra y 1 abstención. El acuerdo puede ser el preludio del regreso de una cámara alta que tanta falta hizo desde que Martín Vizcarra asumiera el poder, estableciera una democracia plebiscitaria y, finalmente, cerrara inconstitucionalmente el Congreso.
Más tarde, el nuevo Congreso electo vacaría a Vizcarra y designaría a Manuel Merino, quien duró solo horas en el poder por las movilizaciones impulsadas por el progresismo. Finalmente, en un libreto en el que las minorías –es decir, quienes nunca ganaron una elección nacional– gobernaban el Ejecutivo y el Legislativo, se prepararon las condiciones para el desastre y la destrucción nacional: la elección de Pedro Castillo.
Desarrollando un análisis reduccionista –más allá de otras explicaciones– de uno de los periodos de mayor inestabilidad política (cuatro jefes de Estado y dos Legislativos) en un periodo constitucional, se podría sostener que el sistema unicameral no tenía los contrapesos institucionales suficientes para absorber la cruenta polarización que se desató. Una polarización que reprodujo todos los métodos de la guerra –a través del control de las instituciones– para eliminar a los adversarios. Los límites institucionales y el fracaso de los actores derrumbó el sistema republicano.
Planteando una ucronía para entender la importancia del acuerdo de la comisión de Constitución del Legislativo, ¿qué habría sucedido si hubiese existido un Senado? La destructiva disyuntiva entre vacancia presidencial y disolución del Congreso no habría existido como una amenaza para el sistema republicano. ¿Por qué? Porque en el bicameralismo la cámara de Diputados acusa al jefe de Estado y, finalmente, el Senado juzga y decide. Es decir, las instancias y los contrapesos son incuestionables.
De otro lado, en el caso de la disolución del Congreso, en el sistema bicameral el Ejecutivo solo puede disolver la cámara de Diputados, mientras que el Senado permanece en sus funciones. La posibilidad de instaurar un cesarismo o un autoritarismo plebiscitario, como acaeció durante la administración Vizcarra, es muy remota. En el bicameralismo las instituciones están organizadas y hechas para contrapesar el poder de uno o de muchos.
Otra de las razones de la existencia de un Senado en cualquier república es la necesidad de que la sociedad cuente con una aristocracia política o una clase política con autoridad moral para dirimir en las cruentas polarizaciones que se presentan en la sociedad. No se trata de una aristocracia del dinero ni de sangre, sino de una aristocracia de la inteligencia y de la virtud. Es decir, el Senado debe albergar a los hombres más preparados de la derecha, el centro y la izquierda, pero que cultiven virtudes aristotélicas. Es decir, que sean capaces de poner el bien común de la república sobre los intereses particulares.
De allí que uno de los errores más graves del dictamen de la comisión de Constitución sobre el bicameralismo es que no permite la reelección indefinida de los integrantes de las cámaras de Diputados y del Senado. El Perú necesita prohombres en la política, que sean reelegidos hasta el final de sus días. Y algo así solo es posible cuando se combina inteligencia, intelecto y virtud, de acuerdo a los clásicos griegos y romanos del republicanismo.
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