Encuestas y ataques de nervios

Las encuestas que se han publicado en un lapso de 72 horas difieren radicalmente en sus proyecciones, como si se hubieran realizado en países diferentes y con las más diversas metodologías. Si bien las encuestas, en las nuevas realidades del mundo virtual y digital, han comenzado a perder su capacidad de proyectar las tendencias del electorado, quizá en el Perú es el único lugar en donde, simplemente, ellas no pueden compararse entre sí.

Todos estos hechos revelan que las encuestas han comenzado a formar parte de las estrategias políticas de los actores del espacio público. Un tema a investigar a profundidad, y que pone en la agenda interesantes reflexiones sobre el futuro de los sondeos en el sistema republicano. 

Sin embargo, en medio de esta profusión de números y tendencias, se confirma que entre los principales actores de esta campaña electoral están la tragedia y la ruina nacional que han causado las administraciones de Vizcarra y de Francisco Sagasti. La devastación nacional desatada por estos gobiernos ha organizado las principales tendencias electorales.

Al margen de los juegos de magia de algunos, es incuestionable que Julio Guzmán y George Forsyth, por efectos de la fuerza de la gravedad del desplome del oficialismo, simplemente han comenzado a desaparecer. El caso de Guzmán es revelador, hoy convertido en una nada electoral. Igualmente, Yonhy Lescano y Verónika Mendoza han sido afectados por el desplome de las dos administraciones mencionadas porque, de una u otra manera, mantenían nexos y vínculos palaciegos. La centro izquierda ha sido dinamitada por la erosión oficialista.

Todos estos factores explicarían entonces las reales posibilidades de que el Perú vuelva a contemplar una segunda vuelta entre dos de las tres opciones de centro derecha: Rafael López Aliaga, Hernando de Soto y Keiko y Fujimori. De alguna forma esta parece ser la tendencia en curso hacia el 11 de abril. De allí la enorme importancia de entender que los candidatos de la centro derecha no solo se juegan la primera vuelta, sino también la segunda y la tercera vuelta.

Es incuestionable que, en una eventual segunda vuelta, los candidatos en disputa suelen correrse hacia el centro y alejarse de los extremos. Es el camino natural en toda elección. Sin embargo, esta guerra de movimientos no impide el desangramiento entre los dos candidatos en disputa, tal como sucedió en las elecciones del 2016, un desangramiento que puede marcar la tercera vuelta, es decir, el futuro de la gobernabilidad.

Si en el Perú existiesen agrupamientos ideológicos detrás de las candidaturas presidenciales, sería complicado que se presentase la posibilidad de dos opciones de centro derecha en la segunda vuelta. La falta de ideología, de programa y de tradiciones partidarias, hace que los candidatos se disuelvan en la coyuntura y olviden que los causantes de la tragedia nacional son el progresismo que se disfraza de liberal y las corrientes populistas, colectivistas y comunistas.

Una manera de aclarar las nebulosas podría ser que, por ejemplo, los candidatos de la centro derecha presenten a su equipo económico. Por ejemplo, el progresismo nos hizo creer que Waldo Mendoza, actual ministro de Economía, podría ser un defensor de la economía de mercado. Luego de la derogatoria de la Ley de Promoción Agraria, la mejor ley económica de las últimas dos décadas, el titular del MEF está más cerca de Verónika Mendoza que de cualquier otro candidato. El equipo económico entonces es de vida o muerte para las definiciones de la centro derecha.

Igualmente, es fundamental que los candidatos de la centro derecha revelen a sus posibles ministros en Salud, Educación, Interior y Medio Ambiente, Midis y otros sectores que la burocracia colectivista ha colonizado causando la devastadora tragedia nacional.

Las precisiones recién empiezan y la segunda vuelta es el escenario ideal. Si, por esas cosas de los caprichos electorales, pasa un candidato de la centro izquierda a la segunda ronda todo será absolutamente sencillo para la centro derecha.