LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Elecciones y gobernabilidad
Las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo luego de la elección
En las elecciones generales no solo se elige al jefe de Estado sino también a la asamblea que expresa la pluralidad política del país: el Congreso. Los comicios nacionales, de alguna manera, prefiguran las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo. En otras palabras, en las justas del 2016 también elegiremos gobernabilidad.
Durante el siglo XX si el Ejecutivo carecía de mayoría en el Legislativo, generalmente, el sistema democrático se bloqueaba desencadenándose la interrupción institucional. Durante la democracia post Fujimori, los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala carecieron de mayoría en el Congreso, pero determinadas políticas de alianzas, acuerdos, y una madurez de las oposiciones permitió que la democracia continuara y hoy estamos a semanas de la cuarta elección nacional sin interrupciones.
Un analista más sesudo podría sostener que la inestabilidad del siglo XX se explica por los modelos económicos y sociales que entraban en pugna en la llamada sociedad oligárquica a diferencia de la experiencia democrática actual, donde, luego de las reformas económicas de los noventa, poco a poco se ha ido construyendo consensos sobre cómo crecer y reducir pobreza.
Ahora bien, la continuidad democrática es uno de los mejores activos del sueño republicano, pero es evidente que las cosas con la política y la institucionalidad no pueden continuar así. La crisis de la política y del espacio público tiene que ver con la mala política que ha caracterizado a las administraciones post Fujimori. Los politólogos aciertan cuando señalan que la crisis de lo público se explica, principalmente, por la ausencia de un sistema de partidos. A partir de allí se desarrollan loables esfuerzos y reformas, pero que desgraciadamente son papeles que el viento arrastra.
Sucede que las elecciones generales representan un momento privilegiado para abordar estos asuntos. Las propuestas de Transparencia, por ejemplo, podrían constituirse en una base para la discusión. Por ejemplo, la idea de elegir el Legislativo en la segunda vuelta apunta en ese sentido.
Sin embargo el voto del elector también podría constituirse en fuente de reforma y gobernabilidad. Un ejemplo: si los ciudadanos deciden terminar con el sueño de ser Presidente que, cada cinco años, se convierten en tercianas para algunos. ¿Cómo? Evaporando con el sufragio a todas aquellas experiencias improvisadas que contribuyen a deteriorar la calidad del Parlamento y la política.
Si en las justas electorales no solo se elige a un Presidente sino también la viabilidad de las instituciones tutelares el ojo del ciudadano debería ser severo con todos aquellos candidatos que convierten a las listas parlamentarias en combis incoherentes.
Pero los ciudadanos solo llegarán a semejantes conclusiones si un grupo de los políticos en la brega decide apropiarse de estas banderas y comienza a denunciar la improvisación que caracteriza a la mayoría de las 19 listas que compiten hacia el 2016. Hasta hoy los candidatos han explorado tímidamente en esta veta que podría ser muy valiosa.
A diferencia de las elecciones del 2006 y el 2011, la mayoría del electorado ahora es conservadora en el sentido de conservar los avances económicos y sociales que, en algún momento, Humala pareció poner en peligro. Es decir, el mundo es ancho y ajeno para un discurso en contra de la improvisación, sin embargo todavía no se oye nada padre.
Por Víctor Andrés Ponce
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