LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El tablero de Alan
Sobre el perfil opositor inflexible que ha asumido el ex presidente y líder del Apra
Luego de que la jefa de Gabinete, Ana Jara, y la propia Nadine Heredia manifestaran que no hay reelección conyugal, sorprende que Alan García mantenga el perfil de opositor radical. El líder aprista, incluso, ha lanzado una frase venenosa refiriéndose al “Primer Damo”. Más tambores de guerra no pueden sonar. García tiene el legítimo derecho de dudar acerca de un eventual archivamiento de la candidatura de Heredia (los suspicaces sostienen que se ha postergado para mejor momento), pero es evidente que el giro del gobierno en el tema obliga a replantear el gesto opositor. De lo contrario, en política se corre el riesgo de aislarse.
Creemos que de política saben más los políticos. No tenemos las pretensiones de algunos. Sin embargo, echando rienda suelta a la especulación, a lo mejor García pretende jalar la pita hasta el extremo para que el oficialismo retroceda en su intención de inhabilitarlo. Puede ser. Pero si bien Alan podría aislarse en la coyuntura, apuesta, como dirían los marxistas, a posesionarse en el periodo político. ¿A qué nos referimos?
Todo parece indicar que Alan ha leído correctamente lo que parece una verdad como una cordillera: que el principal partido político del Perú de las últimas décadas del siglo pasado y de las primeras del actual sigue siendo el anti-fujimorismo, el resultado natural de una transición inconclusa hacia la democracia. García solo necesita evitar el temporal de la llamada Megacomisión y empezar a correr hacia el 2016 con la absoluta tranquilidad de que el mismo anti-fujimorismo que le permitió ganar a Alejandro Toledo y Ollanta Humala “desarrolle su trabajo”.
Como las encuestas son fotos de formas inertes y la política es la dialéctica de las estrategias en movimiento, vale preguntarse, ¿por qué Alan tendría menos resistencias que Keiko Fujimori? Por la sencilla razón de que García no despierta temor acerca de sus credenciales democráticas. Desde esta columna consideramos que Keiko Fujimori ya es un activo incuestionable de la democracia, pero la percepción de la gente es cosa diferente.
En una eventual segunda vuelta entre Alan y Keiko se despertarían los mismos pánicos e histerias que se levantaron para posibilitar el triunfo de Humala en el 2011. No sería nada extraño que los militantes más febriles de la izquierda y del vargallosismo terminen pegando pancartas con el rostro del líder aprista. Así son las cosas en el país de los antis.
Si no parece verosímil lo arriba planteado, recordemos. No obstante que la historia y los recientes hechos políticos estaban alineados totalmente en contra, el líder aprista triunfo el 2006 gracias a que sus credenciales democráticas tenían mayor valor frente a un candidato que pretendía ganar con la directa intervención de Hugo Chávez.
El movimiento de las piezas que Alan ha dispuesto sobre el tablero político, pues, no tiene nada de descabellado. Guerra total dentro y fuera del Congreso, dentro y fuera de los tribunales, dentro de las instituciones y fuera de ellas (en las calles) y, posiblemente, dentro y fuera del país, para evitar su inhabilitación. Sabe que sacar del juego democrático a un candidato en carrera, inevitablemente, cancera a una democracia.
Un presuntuoso alanista podría decir que, siguiendo las clásicas tradiciones de la guerra, García ha decidido sacrificar una batalla, una parte de su ejército, con el objeto de ganar una guerra que ya es prolongada y todavía no sabemos qué campos se desarrollará.
Por Víctor Andrés Ponce
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