LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El relato progresista y la polarización artificial
Las izquierdas no aceptan las votaciones dentro del Congreso
De pronto, la decisión de la Comisión de Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso de archivar la denuncia en contra del ex presidente Manuel Merino y los ex ministros Ántero Flores Aráoz y Gastón Rodríguez, por las lamentables muertes de Inti Sotelo y Bryan Pintado, ha desatado una polarización que ha puesto en el balcón de los espectadores al Gobierno de Pedro Castillo y de Perú Libre.
Hoy el Perú no parece enfrentar la amenaza de un Gobierno que gobierna en contra de la Constitución y busca instalar una constituyente. Hay una guerra que ha desatado el progresismo en el Congreso. No se aceptan las votaciones del Legislativo, no obstante que se carecen de votos. ¿Qué va a suceder si se sigue esta lógica?
Hasta hoy no se ha probado que las muertes de Inti y Bryan se hayan producido por acción de la Policía Nacional del Perú (PNP). En cualquier caso, quienes proponen lo contrario, igualmente, deberían tener una respuesta para los más de seis muertos del paro agrario durante la administración de Francisco Sagasti. En todos estos hechos existe un intento de forzar las cosas, de judicializar acontecimientos estrictamente políticos, que convierten en una gran interrogante la defensa de la Constitución y las libertades que todos los sectores democráticos deben desarrollar frente a la amenaza del Gobierno de Pedro Castillo.
Al parecer todas estas acciones tienen el objeto de imponer un relato sobre la reciente historia nacional que se remonta a la vacancia del ex presidente Vizcarra, la asunción y renuncia del Gobierno de Manuel Merino y la instalación de la administración Sagasti.
Todo sector ideológico y político tiene derecho a desarrollar su propio relato, pero no puede pretender que su narrativa se convierta en oficial, en estatal, en una historia a contar a las generaciones venideras. Relatos de ese tipo nos llevan a reproducir la guerra que hemos contemplado en las últimas tres décadas y que han encumbrado en el poder a Pedro Castillo y a Perú Libre, y han desatado el actual proceso de destrucción nacional.
Poco a poco el progresismo parece construir un enemigo principal: los llamados conservadores. Por supuesto que hay disputas entre progresistas y conservadores, pero estas se desarrollan en los márgenes de la gran confrontación que hoy procesa el país ante la amenaza bolivariana, la asamblea constituyente y la defensa de la Constitución y las libertades.
Por otro lado, en el progresismo se ha instalado una ceguera: el derrumbe de su influencia en el Estado, el alejamiento de los gabinetes de Castillo, solo se explican porque las izquierdas más dogmáticas los han desplazado del aparato estatal y de cualquier forma de representación política. Es decir, los activistas del Foro de Sao Paulo han cubierto los espacios que antes ellos llenaban. En este contexto, el progresismo no puede esperar que los llamados conservadores voten por ellos en el Congreso, algo que seguramente seguirá sucediendo como parte del ejercicio democrático.
Por todas estas consideraciones, es hora de superar polarizaciones artificiales y enfrentar la amenaza principal a la libertad. Y, finalmente, el progresismo peruano encontrará su lugar si imita al progresismo chileno: si presenta programas, si forma partidos y disputa elecciones nacionales. Es la única manera de pelear el poder en democracia.
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