LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El moribundo que amenaza con la constituyente
El Ejecutivo y Perú Libre en modo de pura prensa y propaganda
El Gobierno de Pedro Castillo, de alguna manera, se derrumbó el día que estableció el toque de queda para más de 10 millones de peruanos y la mayoría de limeños se declaró en desobediencia civil, protagonizando una de las movilizaciones democráticas más impresionantes de la región. Sin embargo –parafraseando el poema–, el Gobierno también volvió a morir cuando los comandos Chavín de Huántar ignoraron la autoridad presidencial el día del aniversario del rescate de los rehenes de la embajada de Japón e hicieron un desplante que viajará en el tiempo y tendrá mucho que ver con los desenlaces. Los comandos que desarrollaron una de las acciones de comando más impecables en la historia universal dibujaron un gesto que formará parte de los libros de nuestra república.
El Gobierno agoniza y sigue muriendo todos los días, pero por mano propia. Si no fallece es porque la oposición todavía no se anima organizar una salida política ante el derrumbe gubernamental. Allí está la clave del empantanamiento.
El Gobierno se desploma por una principal razón: ha detenido tres décadas de crecimiento y de proceso de reducción de pobreza con sus anuncios de la constituyente y las nacionalizaciones. No hay relato ni manual útil para justificar el frenazo que ha causado el Gobierno de Castillo. Los asesores cubanos y los estrategas bolivarianos tienen problemas para el relato porque, generalmente, los socialismos chavistas del siglo XXI llegaron al poder con sociedades en franco deterioro. En Perú y Chile no había deterioro sino crecimiento sostenido y expansión del bienestar. Todo eso ha sido detenido por el colectivismo y el comunismo.
De allí que el gobierno de Castillo y de Perú Libre hoy se convierta en pura prensa y propaganda: se pretende convertir la ira nacional frente al frenazo económico en una rabia que exige asamblea constituyente y cierre del Congreso. Para ese objetivo se crean organismos y frentes de trabajadores, sin ninguna representatividad, que convocan a un paro agrario y bloquean carreteras. Una acción de mil personas, con todos los recursos del Estado, pretende ocultar la irritación nacional por la falta de empleo y transformarla en solicitud a favor de la constituyente.
Las costuras del muñeco se notan al primer golpe de vista. La asesoría cubana, en franca desesperación, ensaya uno de los últimos recursos y se lanza la propuesta de la constituyente.
De pronto queda en absoluta evidencia que el Gobierno de Pedro Castillo, de Perú Libre y del Movadef tiene el rechazo de las mayorías nacionales, carece de una mayoría propia en el Congreso, no controla a las fuerzas armadas ni a la policía nacional. Y cuando esa orfandad salta a la primera ojeada y el Gobierno se desvanece, se lanza un plan de prensa y propaganda con paros y bloqueos de algunos centenares, con reuniones de Castillo y sus ministros en locales de provincia, cerrados por la policía -como si se tratara de una junta en territorio enemigo–, y el jefe de Estado vuelve verbalizar lo que había callado en las últimas semanas: asamblea constituyente.
Si el cadáver sigue muriendo solo se explica porque la oposición no logra forjar una alternativa al peor desmadre nacional de las últimas décadas.
COMENTARIOS