LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El maoísmo después de la muerte de Guzmán
Salvo la cultura, todo es ilusión. Y salvo el poder, todo es ilusión
La muerte de Abimael Guzmán solo resucita la agenda pendiente de quienes pretenden defender el sistema republicano y las libertades en el Perú: la derrota ideológica y cultural del maoísmo senderista y las corrientes comunistas ortodoxas. Quizá la certeza de esta aproximación se confirme analizando la manera cómo influyen estas corrientes totalitarias en la administración Castillo.
Es decir, tres décadas después de la derrota militar de Sendero Luminoso y de la captura de Guzmán, de una u otra manera, el maoísmo esta cerca al poder.
Hoy todas las corrientes marxistas, desde las progresistas –autoproclamadas liberales– hasta los comunismos ortodoxos, parafrasean el lema leninista acerca de que “salvo el poder, todo es ilusión” y lo transforman en “salvo la cultura, todo es ilusión”. Es decir, consideran que el poder nace de la cultura.
De allí que el Movimiento por la Amnistía de Derechos Fundamentales (Movadef) antes que retornar a la estrategia del asalto violento del poder apuntara al control de la escuela pública, a través de la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación (Fenate). Es decir, buscará convertir al magisterio nacional en herramienta de adoctrinamiento de los pioneritos del mañana. Esa es la explicación del reconocimiento express del Fenate por el Ministerio de Trabajo como organización sindical.
Chile es un ejemplo diferente, pero también paradigmático de esta estrategia de guerra cultural. ¿Cómo así una sociedad con el PBI per cápita más alto de América Latina y con solo 8% de la población en pobreza elige una constituyente para instalar “una república plurinacional y con equidad de género”? La única explicación: la izquierda y los comunistas chilenos lavaron el cerebro de las nuevas generaciones con todos los estribillos progresistas. Allí están los resultados.
Cuando el presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, va al Congreso y habla en quechua a sabiendas que los pocos quechuahablantes del Perú entienden castellano (cerca del 13% de la población), en realidad, desarrolla un acto cultural: busca crear un sentimiento de culpa en las clases medias emergentes para legitimar la propuesta de la república plurinacional.
Cuando los comunistas señalan que la administración Castillo enterrará dos siglos de "república occidentalizada y española" y hablan de la refundación del Perú en base a “los pueblos originarios”, intentan resucitar el discurso senderista que proponía “una república popular de nueva democracia”.
¿Qué pretendemos señalar? Que sin guerra ideológica y cultural de parte de los defensores de la libertad asistiremos a los funerales del sistema republicano. La muerte de Guzmán nos recuerda que el terror senderista fue una guerra en contra del Perú de algunos maestros y estudiantes, luego de que el maoísmo controlara ideológica y culturalmente las universidades y la escuela pública.
Igualmente nos evoca que hoy el maoísmo pretende convertir a la escuela pública en el taller de las nuevas generaciones que se levantarán contra "el sistema occidental del hombre blanco, patriarcal y capitalista".
En cualquier caso, que empiece ya la guerra cultural.
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