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El histrionismo cultural de Bellido

El quechua y la historia de Perú Libre

El histrionismo cultural de Bellido
Víctor Andrés Ponce
29 de agosto del 2021


El presidente del Consejo de Ministros (PCM), Guido Bellido, empezó su mensaje ante el Congreso –para obtener la confianza– hablando en quechua, a sabiendas de que solo un poco más de 13% de la población peruana entiende el idioma. A sabiendas también de que todos los quechuahablantes en las diversas regiones del país comprenden el castellano. Es decir, Bellido provocaba o pretendía enviar un mensaje a más del 85% de los peruanos que no entiende el quechua.

El histrionismo cultural de Bellido pretendía ganar una cierta superioridad moral. Luego el hombre hasta chacchó unas hojas de coca. Un verdadero artista.  

Hoy, Lima y las principales ciudades del país albergan al 80% de la población, luego de las masivas migraciones andinas que se precipitaron después de “la primera reforma agraria” del velascato, que empobreció el Perú. La tercera generación de migrantes de las ciudades seguramente ha perdido para siempre el quechua de los abuelos y hoy prefiere aprender inglés y los idiomas que los conectan con el mundo.

Algo parecido sucede con las comunidades andinas colgadas en los Andes. Se conoce de pueblos que reciben el canon de la minería y los dirigentes comunales se trasladan a ciudades como el Cusco, contratan una casa, una profesora, y envían a los niños para aprender inglés. Los padres de las comunidades con recursos quieren que sus hijos aprendan inglés para superar las exclusiones republicanas.

¿Por qué entonces Bellido desarrolló ese histrionismo cruel con la lengua y la realidad de un sector de los peruanos? ¿Por qué pretende convertir en piezas de museo a nuestros quechuahablantes utilizando las historias y antropologías pobres que suele emplear la izquierda? ¿Por qué el PCM y Perú Libre no se plantean conectar a nuestros quechuahablantes con las grandes ciudades, es decir, con las mayores concentraciones andinas del Perú?

La respuesta es una sola: es una estrategia de poder. Nada más. Ahora todas las corrientes comunistas, desde la maoísta del Movimiento para la Amnistía de Derechos Fundamentales (Movadef), pasando por Perú Libre, hasta las corrientes progresistas que marean a algunos liberales parecen haber entendido que el poder proviene de la hegemonía cultural.

El famoso aserto leninista acerca de “salvo el poder todo es ilusión” debería convertirse en “salvo la cultura todo es ilusión”. El plan de crear “una república plurinacional y con equidad de género” (una forma de sistema soviético) pasa por levantar un sentimiento de culpa nacional –alrededor de las minorías quechuahablantes– en las clases medias urbanas del país. Ese mismo sentimiento de culpa que ha surgido en los países imperiales (España y Estados Unidos, por ejemplo) con leyendas negras, pretende legitimar una representación especial para “los pueblos originarios”. Es decir, una representación singular para los operadores de Perú Libre.

De allí que en los discursos oficiales el Incanato se haya convertido en el Edén y el Virreinato en el infierno, no obstante que la absoluta mayoría de los peruanos somos producto del mestizaje. Y no obstante también que el quechua sea una creación exclusivamente hispana para la evangelización –en la época de la Conquista se hablaban 200 lenguas– y pese a que los apellidos Castillo, Bellido, Cerrón y la indumentaria que suele utilizar el presidente Castillo, no se explican sin España.

El problema no es la estrategia cultural del comunismo. El verdadero problema es que en la derecha y las corrientes republicanas y democráticas, no existe la decisión de salir al frente de todos los trapos viejos y ahuecados que nos presenta Perú Libre como argumentos culturales. 

Por todas estas razones es hora de pedir disculpas a Felipe VI, rey de España, por las ofensas y yerros culturales del presidente Castillo en su mensaje de Fiestas Patrias. Los peruanos tenemos dos padres: la herencia andina y la herencia hispana. El mensaje de Bellido no puede enemistarnos con uno de nuestros progenitores. Imposible.

Víctor Andrés Ponce
29 de agosto del 2021

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