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¿El fin de Cateriano?
Sobre la crisis política desatada tras la destitución de la procuradora Príncipe
Cuando el Presidente del Consejo de Ministros (PCM), Pedro Cateriano, respaldó al titular de Justicia, Gustavo Adrianzén, en su decisión de destituir a la procuradora Julia Príncipe quizá solo expresaba la voluntad de fortalecer a un ministro que estaba amenazado por una inminente censura del Congreso. Finalmente, Adrianzén era considerado alguien muy cercano a Cateriano y las cosas podían entenderse en esos términos.
Sin embargo, el PCM pateó un avispero porque todos entendieron que Cateriano cerraba filas con los caprichos de la Primera Dama, Nadine Heredia, empeñada en cortarle la cabeza a Príncipe.
De alguna manera el PCM ha cometido el peor error al frente del Gabinete Ministerial porque hoy está más débil que nunca: enemistado con la oposición y a merced de los caprichos de la mal llamada pareja presidencial. El margen de maniobra del PCM se ha reducido considerablemente.
Si las cosas se desarrollan en ese sentido es una verdadera pena. Cateriano era “un innovador” de la política en tiempos del nacionalismo, donde la anti política, el diván y la psicología, explican muchos de los despropósitos del oficialismo en la escena pública. El haberse reunido en dos ocasiones con sus archirrivales Keiko Fujimori y Alan García le otorgaba a Cateriano un aura de político clásico, de la vieja escuela que alguna vez relampagueó en el siglo XX peruano. Una escuela olvidada ante el avance de la intolerancia de izquierda que logró acuñar el famoso “ni olvido de perdón”, un lema que le pertenece a los fundamentalismos antes que a la política.
Con una mal llamada pareja presidencial inclinada a la aventura, Cateriano era la natural bisagra y el paño frío en las relaciones entre oficialismo y la oposición. El PCM era el factor del Ejecutivo con el cual los demás actores de la democracia podrían colaborar para organizar una transición ordenada hacia el relevo del gobierno en el 2016. Hoy todo eso se ha convertido en una enorme interrogante.
En los balances siempre pesan los resultados finales. Y, al margen de las buenas voluntades, el desenlace nos indicaría que Cateriano no ha logrado sumar fuerzas, converger con la oposición para ordenar a las instituciones. Y si la fragilidad lleva al PCM a renunciar, entonces, se dirá que prevaleció el Cateriano de la confrontación antes que el político.
Ahora bien, si las debilidades impulsan a la renuncia es difícil imaginar al nacionalismo sin Cateriano. En todo caso, retornarían los ministros mangoneados por el capricho conyugal y se extenderían los abismos entre Palacio y la oposición. De allí que si bien el análisis debe ser implacable con los hechos es evidente que desear que las cosas no se desarrollen de esa manera solo refleja una buena voluntad por los asuntos públicos.
A seis meses de las elecciones generales, las relaciones entre el oficialismo y la oposición se presentan tan enturbiadas que no sería exagerado señalar que avanzamos hacia las elecciones más accidentadas en la democracia pos Fujimori.
Por: Víctor Andrés Ponce
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