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El desborde que no nos deja

El desborde que no nos deja
Víctor Andrés Ponce
10 de agosto del 2015

Sobre el legado de José Matos Mar

Acaba de partir José Matos Mar dejándonos más de 40 libros publicados y el imperecedero Desborde popular y crisis del estado, que empezó a desarrollar el diagnóstico sobre cómo se iba a construir la peruanidad. La huella imborrable que deja Matos es haber sido el primero en contemplar cómo el mundo andino se trasladaba a la ciudad y se convertía en el hervidero social sin el cual no se explicaría la idea contemporánea de país.

Observó la barriada cuando la ciudad oficial quería negarla, analizó el factor progresivo de las migraciones cuando los entendidos oficiales solo veían cosas negativas. Contempló esos universos con una doble mirada: la del hombre andino y la del científico. Su origen andino le permitió entender las culturas y las cosmovisiones que se fragmentaban y entraban en crisis con la migración, pero las estadísticas y los hechos le permitieron comprobar que el Estado, ese armatoste supérstite de la Colonia, no daba más, no podía dar más, y empezaba a ser desbordado por el migrante que tomaba las ciudades.

Matos fue hombre de izquierda, socialista, pero no marxista. Cuando publicó el Desborde popular vio colectivismos y raíces étnicas que se consolidaban en la urbe, pero no vio que la migración andina se convertía en la base de los empresarios y mercados populares que hoy bullen en el país. Pero más allá de cualquier interpretación de su obra, nos queda el científico, el sabio, que nos dijo que el mundo andino y el criollo ya no estaban separados por cordilleras sino que se estaban mezclando, chocando, para poner el Perú oficial de cabeza. Y eso es enorme.


Matos, como la mayoría de los científicos y librepensadores. era un solitario que frecuentaba círculos reducidos. No obstante que siempre fue socialista, la izquierda oficial nunca lo celebró. Demasiado autónomo. Era quizá el más grande de la antropología del país, pero los antropólogos y científicos sociales lo excluían de los eventos oficiales que la llamada intelligentzia o los “académicos” suelen desarrollar. Fundó el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), pero los herederos del IEP lo olvidaron.

Hoy Matos se ha ido y los homenajes y las condecoraciones se multiplican. Me recuerda la situación de otros intelectuales de talla parecida, como Aníbal Quijano y Hugo Neira. Ojalá los reconocimientos y galardones no preludien finales sino afirmen la alegría de tener sabios, pensadores, tal como sucede en cualquier sociedad abierta.

De alguna manera está culminando una época en la que había sabios. La velocidad de las telecomunicaciones, las redes digitales y el vértigo de la ciudad, ha creado especialistas que solo saben de su especialidad y, de pronto, simples técnicos comienzan a representar la idea del intelectual. De allí que la necesidad de celebrar a los pocos intelectuales que todavía nos quedan sea algo urgente, sin importar la ideología o posición política que profesen.

Cualquiera con ánimo de saber si trata con un verdadero intelectual se dará cuenta que si separa la ideología y la política automáticamente queda el sabio y el intelectual. Y de Matos Mar nos queda ese desborde popular que sigue convocando encendidos debates porque el Perú ha crecido y reducido pobreza como nunca, pero el desborde y la informalidad continúan.

Por Víctor Andrés Ponce

 
Víctor Andrés Ponce
10 de agosto del 2015

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