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El desastre ecológico como estrategia anticapitalista

La urgencia de deslindar responsabilidades y plantear debates

El desastre ecológico como estrategia anticapitalista
Víctor Andrés Ponce
23 de enero del 2022


Los gremios empresariales actuaron con propiedad denunciando las negligencias y errores de Repsol en el derrame de petróleo y exigiendo investigaciones y responsabilidades. La Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep) y la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo (SNMP) no dudaron en establecer un parteaguas en el tema. Los posibles errores y negligencias de una empresa no tenían nada que ver con tres décadas de inversiones en recursos naturales que mantenían los más altos estándares ambientales del planeta.

Considerando la naturaleza anticapitalista y antiminera del Gobierno de Pedro Castillo y del Gabinete Vásquez, la reacción de los gremios empresariales revela una capacidad de reacción y un sentido común desconocidos. De alguna manera la amenaza de una constituyente está obligando a sacar lo mejor de cada uno. Por otro lado, la reacción de los gremios empresariales le quitó el combustible y la leña a la campaña anticapitalista que se comenzaba a gestar utilizando la tragedia ecológica. A partir de estos pronunciamientos los yerros de Repsol se subrayaron, pero se volvió difícil vincular al accidente extraordinario con una “consecuencia natural del modelo”.

Al margen de las coyunturas, a nuestro entender la filosofía empresarial en el Perú debería adoptar ese espíritu crítico. El corporativismo gremial es urgente y necesario para defender políticas públicas, pero de ninguna manera para defender temas circunstanciales.

Buenas noticias, entonces, desde el lado empresarial. Sobre todo considerando que una de las claves de la guerra cultural contra las corrientes comunistas es dejar en claro que la actividad empresarial es una de las fuentes principales de todos los círculos virtuosos de cualquier sociedad libre.

Las sociedades prósperas, con menos pobreza, son aquellas que protegen la inversión privada en el buen sentido de las cosas, al margen de los relatos marxistas que hablan de explotación del trabajador. Sin empresas el Estado sería el propietario de todo, sin empresas no habría innovación ni avance permanente, sin empresas no habría habido la impresionante reducción de pobreza que conocemos en el mundo y en el Perú. Algo también importante: sin una economía donde la mayoría de la propiedad pertenece a la empresa privada tampoco habría libertad. En Cuba y en Corea del Norte no hay empresas y tampoco hay libertad.

La positiva reacción sobre el tema Repsol debería servir para que desde el lado de las empresas y los inversionistas se inicie también la guerra cultural e informativa contra la permanente desinformación del colectivismo sobre el papel de los empresarios.

Víctor Andrés Ponce
23 de enero del 2022

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