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El contraataque estatista

El contraataque estatista
Víctor Andrés Ponce
15 de agosto del 2014

Sobre nuevo impulso al estatismo y percepción de la sociedad sobre el sector privado

La caída de la inversión privada y la desaceleración económica, al margen de cualquier voluntad, posibilita que las miradas se vuelvan hacia el Estado y, si a semejante situación, se le agrega el desborde nacional de la delincuencia, hasta el autoritarismo y la mano dura pueden aparecer como viables. Por ejemplo, durante el mensaje de Fiestas Patrias, el jefe de Estado anunció más gasto estatal en educación y salud y tres megaproyectos millonarios con participación del Estado, pero no dijo ni pío con respecto al desplome de la inversión privada y los proyectos paralizados. Sucede como si nos resignáramos a que el Estado sea el actor decisivo en la lucha contra la desaceleración.

Pero no solo se trata del papel estatal sino de cómo evoluciona la percepción de la sociedad con respecto a la empresa privada. El caso de las universidades es paradigmático. Los docentes más mediáticos de La Católica se lanzaron a demonizar la inversión privada en educación y, al parecer, una mayoría del país aprueba la nueva Ley Universitaria que crea la Superintendencia Nacional de Educación Universitaria, un organismo dependiente del sector Educación. El Estado como el salvador no obstante que es el gran destructor.

El interés típicamente mercantilista de la Católica, busca evitar que un grupo de universidades privadas de excelencia ofrezca mejor educación y más barata, porque, al igual que la propia Católica, tenían incentivos para reinvertir las utilidades. Solo los de laCatólica quieren tener la posibilidad de reinvertir utilidades en infraestructura y laboratorios, con beneficios tributarios, porque no vale el “lucro societario”, sino el lucro de las argollas de docentes sectarios y excluyentes. Nada que envidiar a Patria Roja, pero con cuello, corbata y título académico. La argolla que defiende privilegios y los convierte en sentido común.

Otra reacción estatista se nota en el tema de las AFP. De pronto, el sistema privado de pensiones es el responsable de la escasa cobertura previsional. Ya no se trata de que el sistema tributario, la legislación laboral y las sobreregulaciones de los gobiernos subnacionales han creado una de las mayores economías informales de América Latina y, por lo tanto, dejan a la mayoría de trabajadores sin derecho a una jubilación. Los diarios izquierdistas se lanzan a convertir a las AFP en virtuales facinerosos de los bolsillos de los ciudadanos. El objetivo es simple: de alguna manera se pretende echar mano de los 108,000 millones de soles que maneja el fondo privado de pensiones, un fondo que ha permitido construir carreteras, infraestructuras, pero, sobre todo, capitalizar el ahorro de los usuarios del sistema. A la vuelta de la esquina, el fondo sumará 300,000 millones. Toda esta campaña nos recuerda el robo kirchenerista de los fondos privados de pensiones en Argentina.

El amor en tiempos de desaceleración podría inclinarse a favor del estatismo. Pero los izquierdistas y los anti mercado olvidan algo que ha sido fundamental para evitar cualquier zarpazo chavista en el país. La potencia que todavía mantiene el mundo emergente. En el Perú hablar de mercado y empresa no solo significa hablar de un mercado y una empresa formales. Significa hablar de miles de mercados y millones de empresas que avanzan con un pie en la formalidad y otro en la informalidad. ¡A ver, que alguien se atreva a cambiar las vigas maestras del modelo! Las calles no se agitarían con ecologistas radicales sino con millones de empresarios de Gamarra, de los conos norte, sur, este y oeste de Lima; de los pujantes mercados de Puno, Huancayo y el norte del país. Una cosa es la protesta de radicales que desean ganarse alguito; otra bien diferente es el reclamo de propietarios y empresarios que pueden perder los activos de sus vidas. Las revoluciones nunca la han hecho los desarrapados sino los pequeños empresarios emergentes. Si hay dudas revisemos la historia.

Por Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
15 de agosto del 2014

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