LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El centro como pura estrategia
Anotaciones sobre las guerras políticas en curso
Poco a poco algunos sectores progresistas comienzan a organizar un nuevo relato sobre la crisis nacional, bajo la creencia de que las cosas no cambiarán significativamente luego de dos décadas de guerra política sin cuartel, una guerra que encumbró al poder a uno de los comunismos más ortodoxos del planeta. Semejante narrativa pretende señalar que los causantes del desgobierno y el desmadre nacional son, por un lado, los sectores comunistas ortodoxos representados en el Gobierno de Castillo y, por el otro, la derecha opositora que impulsa la vacancia del jefe de Estado en el Congreso.
El Ejecutivo y el Congreso no valen y, entonces, ¡qué se vayan todos!
La nueva historia que se pretende construir, si bien expresa un relativismo ético, sí podría ser eficiente en cuanto a captar el imaginario de la gente. ¿A qué nos referimos? Si el Congreso emprendiera un nuevo proceso de vacancia presidencial –al margen de cualquier resultado– quedaría muy debilitado para organizar una salida política. Una vacancia es la amputación de medio cuerpo, tiene un efecto extremadamente traumático en el sistema político.
El nuevo relato señala que los malos no solo vienen del extremo izquierdo sino también del derecho y, al parecer, se ha planteado dos objetivos. El primero, mantener a cualquier costo a Dina Boluarte que, en su calidad de Vicepresidente, asumiría la jefatura de Estado.
Si no es posible mantener a Boluarte por la gravedad de la crisis nacional, por las responsabilidades acumuladas y la polarización extrema, el objetivo sería que la convocatoria de nuevas elecciones nacionales incluya al Ejecutivo y al Congreso. Otra vez la idea acerca de que se vayan todos.
Semejante estrategia ya comienza a materializarse con la feroz campaña en contra del Congreso que algunos sectores desarrollan. Si bien todos sabemos que –por mandato constitucional– el Congreso no puede ser vacado, sino disuelto, estos sectores sueñan con reeditar las movilizaciones en contra de Rafael Merino que encumbraron a una minoría de minorías en el poder.
A nuestro entender, algo semejante no es posible porque el progresismo ha perdido credibilidad, autoridad y predicamento moral con la destrucción nacional del Gobierno de Pedro Castillo. El país y la sociedad entienden que el Gobierno del sombrero no sería posible sin los relatos progresistas de las últimas décadas y sin las estratagemas organizadas por la izquierda. En la certeza de que, una vez más, controlarían el Estado sin ganar elecciones, apostaron por el profesor de Chota.
¿A qué vamos? Los sectores que defienden la Constitución y las libertades políticas y económicas en el país deben reflexionar a profundidad cuál es la estrategia más adecuada para seguir manteniendo las libertades –tal como sucede hasta hoy– pese a la existencia de un gobierno comunista. La resistencia nacional y la reacción de las instituciones lo está logrando.
A veces es necesario rendirse a las regularidades clásicas de la guerra y la política y asistir a la batalla final con el escenario y las fuerzas a favor. Igualmente, es necesario entender que la superación del comunismo ortodoxo debe ser la superación de todas las estratagemas izquierdistas y, sobre todo, la construcción de una cultura anticomunista y anticolectivista en la sociedad. Es la única forma de preservar las libertades en el mediano y largo plazo.
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