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El argumento de “la calle” y la libertad

Reflexiones sobre la crisis institucional y política

El argumento de “la calle” y la libertad
Víctor Andrés Ponce
15 de noviembre del 2020


La movilización de miles de jóvenes, principalmente de los barrios mesocráticos de Lima, acabó con la sucesión constitucional del ex presidente Merino luego de la vacancia del ex presidente Vizcarra. Si bien las marchas se focalizaron en los barrios mesocráticos de la capital, mientras que en provincias el asunto estaba más dividido, la violencia del sábado derribó a la administración Merino y convirtió al Legislativo en un apéndice de las movilizaciones en la ciudad.

Que el Congreso se haya convertido en una caja de resonancia de la movilización en las calles solo se explica por dos razones: los errores acumulados del Legislativo, que disputaron en populismo e irresponsabilidad con el anterior Ejecutivo, y la incapacidad para defender una decisión que remeció a todas las instituciones. Una de las preguntas que emerge, ¿para que se aprobó una vacancia si frente a la primera tragedia le iban a jalar la alfombra a la nueva administración? Vacar a un jefe de Estado es una decisión histórica, no es reconsiderar una ley. Entonces nunca siquiera debieron pensar en la posibilidad de la vacancia. En las conductas de algunas bancadas hay demasiada frivolidad e irresponsabilidad y, a estas alturas, es legítimo preguntarse, ¿para qué hacen política? Se parecen a una veleta que se orienta de acuerdo a la intensidad del viento, representan el reino de la impredecibilidad y le hacen un terrible daño al país. Más de lo que se imaginan.

Las otras razones por la que la administración Merino se desplomó tienen que ver con los inesperados errores del Gabinete Flores-Aráoz. Si bien el nuevo presidente del Consejo de Ministros demostró cintura al conformar un buen Gabinete en menos de 24 horas, no se atrevió a identificar al enemigo verdadero, que pretendía aprovechar la legítima ira de los jóvenes en contra de toda la clase política. Desde el primer día de la crisis, cuando los candidatos del Foro de Sao Paulo llamaron a las movilizaciones en la calle, se debió precisar que la estrategia de las organizaciones comunistas en América Latina era convertir a las insurrecciones callejeras en los grandes electores de las instituciones republicanas.

Y en el Perú se repitió todo el libreto aplicado en las protestas en Chile: dispersar las movilizaciones en toda la ciudad para dispersar a las fuerzas del orden y demonizar a los policías que cumplían sus funciones mientras pequeños grupos de vanguardia provocaban y cercaban a los efectivos para llevarlos al límite y desencadenar decesos lamentables. Hasta que hubo las trágicas muertes y se desarrolló el capítulo que ya conocemos.

El problema es que, luego de confirmada la estrategia chilena, en el Perú los grupos vinculados al Foro no se detendrán hasta desencadenar una asamblea constituyente que redacte una Constitución anticapitalista. El manual ya funcionó en el Perú, ¿por qué tendría que dejar de funcionar en camino a la constituyente? En cualquier caso, es una pregunta legítima.

Sostener que las decisiones de las instituciones republicanas deben depender del humor de la calle, simplemente es liquidar el sistema republicano o la democracia. No hay instituciones con gobierno de la calle en ninguna parte, ni hubo algo parecido a lo largo de la historia de la humanidad. Si bien es cierto que las mayorías eligen a las instituciones, la república solo puede existir gobernada a través de instituciones.

Julio César cruzó el Rubicón con sus legiones y acabó con 450 años de republicana romana, la república más longeva de la historia de la humanidad. Allí habló la calle, la multitud. Igualmente, Hitler acabó con la república de Weimar apelando al pueblo, a las calles que se movilizaban. Ya conocemos la historia. Más cerca en el tiempo, Fujimori y Chávez, mediando algunos años de distancia –uno por la derecha y otro por la izquierda– también invocaron a la calle, al pueblo movilizado para acabar con sus respectivas constituciones. Por todas estas razones es difícil entender la alegría de quienes hoy celebran el triunfo de la calle. Ojalá que la libertad no haya sido asesinada.

Víctor Andrés Ponce
15 de noviembre del 2020

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