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El antifujimorismo hoy solo es comunista

Apuntes a tres semanas de las elecciones

El antifujimorismo hoy solo es comunista
Víctor Andrés Ponce
16 de mayo del 2021

Al margen de las intenciones de los medios y de la encuestadora IEP, a tres semanas de la segunda vuelta el posicionamiento de la candidatura de Keiko Fujimori debe ser calificada como una ofensiva general. Y la candidatura de Pedro Castillo, en defensiva general. La ofensiva en campaña electoral suele definir el voto nulo y en blanco.

La única estrategia posible de Castillo es evitar que el empate técnico -que ha registrado la última encuesta de Ipsos- se resuelva a favor de Keiko Fujimori a 21 días de los comicios. De allí que solo haya defensas: pretende marcar distancias de Vladimir Cerrón (sin mayor éxito), no puede criticar las declaraciones explosivas de Antauro Humala sobre el control de las Fuerzas Armadas y no puede presentar un equipo ni un plan de gobierno. La defensiva general de Castillo es tan evidente que el evento en La Victoria –anunciado para negarse al debate en Santa Mónica– culminó en una marcha improvisada que ni siquiera tenía el megáfono dispuesto. Castillo se defiende y se retira. Nadie puede negarlo.

¿Por qué Castillo, luego de tener una ventaja de más de 20 puntos al inicio de la campaña de la segunda vuelta, solo ha retrocedido desordenadamente hasta llegar al empate técnico actual? Porque se volvió conocido en medio de una ola anticomunista –nunca antes vista– que sopló como un huracán desde los predios de las clases medias emergentes. El adelgazamiento del antivoto de Keiko y su avance en las encuestas revela que el anticomunismo es varias veces más poderoso que el antifujimorismo. De eso no hay duda.

Ante esta situación, los núcleos comunistas detrás de la candidatura de Castillo, en esta semana, pretendieron volver a resucitar el antifujimorismo en todas sus expresiones virulentas. La encuesta de IEP que registra un supuesto estancamiento de Keiko pretende señalar que el antifujimorismo puede dar resultado y, de taquito, que el anticomunismo ya cumplió su papel. Desesperación general en el movimiento del lápiz.

Sucede que hasta hoy no hemos reflexionado sobre el porqué el anticomunismo funciona como un poderoso disolvente del antivoto naranja y el porqué el antifujimorismo se ha debilitado tanto. Es evidente que el Perú es un país anticomunista, sobre todo por su reciente historia: el empobrecimiento general del velascato, la hiperinflación de los ochenta y el colectivismo terrorista de Sendero Luminoso han teñido con tinta indeleble la reciente memoria nacional. 

No obstante, el anticomunismo no era un humor vívido porque luego de la derrota del terrorismo en los ochenta, el comunismo nunca apareció como una amenaza real. En este contexto, luego de la primera vuelta, Mario Vargas Llosa –en un gesto audaz, sorpresivo y valiente– anunció que respaldaba la candidatura de Keiko Fujimori. Al margen de las influencias electorales, en ese instante del anuncio del Nobel –a nuestro entender–, apareció la amenaza descarnada del comunismo y se debilitó estratégicamente el antifujimorismo. Y casi paralelamente se desató una impresionante movilización de las clases medias.

Sin el apoyo de Mario Vargas Llosa y de varios liberales que formaban parte del antifujimorismo de las últimas dos décadas –envoltura política dentro de la cual se camuflaban los comunistas-, hoy los seguidores de la hoz y el martillo, los defensores del colectivismo y la centralización del Estado, desde senderistas hasta procubanos del eje bolivariano, simplemente están al descubierto. Se les distingue a la distancia, con el primer golpe de vista.

A tres semanas de las elecciones, entonces, el antifujimorismo simplemente es comunista, y nada más. Por más que se destape el sarcórfago de las supuestas esterilizaciones forzadas –caso investigado durante dos décadas y cuatro veces archivado– el anticomunismo representa una gran guerra de movimientos que le posibilitará la victoria a Keiko Fujimori.

Víctor Andrés Ponce
16 de mayo del 2021

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