LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El anti voto y la democracia
Sobre el anti voto que relativiza la democracia
Por Víctor Andrés Ponce
Quienes cultivan el antifujimorismo tienen más de una razón para adoptar semejante posición y tal criterio debe aceptarse como parte del juego democrático. Sin embargo el anti voto que se profesa, ¿puede llegar a ser tan irracional para bloquear a la propia democracia? Algunos creen que sí y siguen proclamándose demócratas. Durante la Guerra Fría del siglo pasado muchas experiencias democráticas en América Latina se destruyeron por las guerras ideológicas desatadas, sobre todo por la izquierda marxista.
Hoy en el Perú, no hay una “guerra ideológica”, no están los viejos líderes de la izquierda formados en el marxismo libresco, ni siquiera existen partidos de izquierda reales, sin embargo el desarrollo del antifujimorismo y del antiaprismo ha generado un escenario peligroso para la democracia, muy parecido al de las sociedades de la Guerra Fría.
Los hechos de estos días nos envían un mensaje: que se interrumpa el cronograma electoral, que la actual democracia colapse si es que el fujimorismo se acerca a la victoria. En Nadine Heredia se puede entender: la irresponsabilidad y la desesperación por el futuro alumbran la irracionalidad. En partidos conspirativos de raíz marxista como el Frente Amplio las cosas también se pueden entender. Nadie niega su naturaleza en situaciones límites. Pero, ¿cómo se comprende la conducta de un ramillete de periodistas que se proclamó democrático criticando el autoritarismo fujimorista? Algo así no se digiere.
Felizmente, Pedro Cateriano, el Presidente del Consejo de Ministros (PCM), muy conocido por sus posiciones antifujimoristas, ha puesto los puntos sobre las íes: una cosa es oponerse al Fujimorismo y otra bien diferente es jugar con la democracia, con el cronograma electoral. A su lado, Luis Ibérico, presidente del Legislativo, también conocido por su oposición al Fujimorato, ratificaba el espíritu del PCM. Algunos señalan que si Cateriano habla, de alguna manera, le ha consultado a Mario Vargas Llosa, el Nobel peruano. Si las cosas son así, entonces los demócratas opositores al Fujimorato le han jalado la alfombra a la evidente estrategia palaciega que busca postergar las elecciones con el apoyo febril de la izquierda marxista y la movilización de jóvenes educados en “un relato de la historia”, donde todo puede ser mejor, incluso el chavismo de Verónica Mendoza, con tal de que el Fujimorismo no llegue.
El antifujimorismo para que sea democrático tiene que asumir la hipótesis de que el Fujimorismo ha llegado para quedarse en el sistema político y que, tarde o temprano, ganará una elección nacional, ya sea con un Fujimori o sin un Fujimori. Si no se asume esa posibilidad se deja de ser demócrata y se propone la guerra civil como sustituto de la democracia. En el siglo pasado, por ejemplo, el veto oligárquico al aprismo bloqueó la llegada al poder de Víctor Raúl Haya de la Torre. El fundador del Apra no vio el Paraíso, pero Alan García llegó a la Casa de Pizarro y el veto histórico se levantó. Si Keiko Fujimori ahora no llega es casi seguro que un No Fujimori llegará con los colores naranjas. Así es la historia.
La irracionalidad del anti no tiene límites y es ignorante de la historia. Por ejemplo, se cree que con las hordas violentas que atacan mítines los radicales están ganando. En realidad pierden porque la mayoría victimizará a Keiko. Pero todos perderíamos más si ante la violencia palaciega e izquierdista surgiera una violencia de derecha que responda golpe por golpe. Así se hundió la República de Weimar en Alemania y emergió el yugo nazi que hinchó los cementerios de Europa.
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