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Después de la caída de Castillo, ¿seguimos en lo mismo?

Lecciones ideológicas y culturales del desastre nacional

Después de la caída de Castillo, ¿seguimos en lo mismo?
Víctor Andrés Ponce
14 de julio del 2022


Una de las maneras de entender el desastre nacional causado por el Gobierno de Pedro Castillo pasa por mencionar el papel de las derechas en el Perú. De alguna manera lo mismo vale para el análisis en toda la región. Por ejemplo, si las centro derechas hubiesen entendido la magnitud de la amenaza colectivista que se organizaba en el Perú, probablemente entre el 2016 y el 2021 el pepekausismo y el fujimorismo no se habrían trenzado en una guerra fratricida. El quinquenio pasado no habría sido uno perdido, sino el mejor de las últimas décadas para la afirmación institucional y el crecimiento.

Igualmente, si las centro derechas hubiesen entendido el tamaño de la amenaza colectivista, no hubiese habido tres candidatos disputando el mismo espacio. Y es casi seguro que no habría habido la destrucción nacional de Castillo.

Ahora bien, ¿por qué las centro derechas no pudieron ni pueden entender la magnitud de la amenaza bolivariana? Porque las derechas en el Perú y la región están colonizadas por los relatos, las narrativas y las fábulas del progresismo. Para un progresista de cualquier país en Hispanoamérica, un proyecto bolivariano solo es un exceso en las reformas del sistema republicano y “la humanización de la economía”. Por eso en el Perú no hay reflexión ni autocrítica, porque el progresismo considera que no tiene responsabilidad ni ha perdido nada.

Si las derechas no se reforman cultural e ideológicamente, la inevitable caída de Castillo, que se acelera con los últimos acontecimientos, solo representará una derrota parcial del colectivismo, del comunismo y de los progresismos en su estrategia de “radicalizar la democracia representativa”. En la medida en que han colonizado culturalmente al centro y a las derechas, tarde o temprano regresarán, quizá para permanecer por largas décadas.

Las derechas deberían reflexionar por qué las rondas avanzan y comienzan a exigir la representación de las comunidades campesinas. ¿Tiene algo que ver con las entelequias de “los pueblos originarios” que se construyen en las universidades y en los organismos multilaterales en las últimas décadas? ¿Cuál es el vínculo de estos avances con las propuestas de repúblicas plurinacionales que se instalan en Bolivia y avanzan en Chile, Perú y Colombia? Todo parece venir de la cultura.

El desconcierto ideológico de nuestras derechas es de extrema gravedad. Por ejemplo, no logran establecer los nexos entre la lucha contra la constituyente y la defensa de las libertades, con el modelo económico y la inversión privada? Semejante desconcierto es producto de la colonización ideológica progresista, que impide entender que la predominancia del sector privado en la economía y la sociedad es un sistema poderoso de control del Estado, del poder de los burócratas, de los caudillos o del partido único.

Sin esa reforma cultural las representaciones de la centro derecha volverán a reeditar el triste espectáculo de las elecciones pasadas, en las que tres candidaturas se disputaban el mismo espacio, el mismo proyecto, mientras el peor candidato de la historia republicana, el menos capacitado para gobernar, se hacía del poder gracias a las fábulas progresistas.

Víctor Andrés Ponce
14 de julio del 2022

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