LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¡Convertir la resistencia en reforma cultural!
El colectivismo no debe implementar su proyecto de constituyente
La reacción en contra de la mayoría de la sociedad peruana frente a los anuncios de la constituyente y de posibles nacionalizaciones del presidente Castillo, comienza a convertirse en una clara resistencia. ¿Cuál es la diferencia entre reacción y resistencia? La primera es un estado de ánimo que puede expresarse en masivos actos de movilización ciudadana. La resistencia, si bien es una forma de reacción, se caracteriza porque influye en la política, en las decisiones del Estado.
Hoy las corrientes comunistas ortodoxas que llegaron al Ejecutivo no pueden implementar su proyecto de asamblea constituyente porque existe una incuestionable resistencia en la sociedad, en las calles, en las instituciones y también en el Congreso. De lo contrario, todo sería diferente.
El Ejecutivo no solo no puede implementar la asamblea constituyente, sino que tampoco puede tocar columnas del modelo económico. Si bien el anuncio de la constituyente y las propuestas de nacionalizaciones han detenido tres décadas de crecimiento y de reducción de pobreza, más allá de cierta irresponsabilidad con el déficit fiscal, no se ha tocado la legalidad ni la institucionalidad de la economía.
Algo parecido sucede con la institucionalidad y el equilibrio de poderes. Allí está la ley que regula la cuestión de confianza.
Sin embargo, si bien el Ejecutivo no puede implementar su proyecto si puede desorganizar el país. Detener el crecimiento y apostar por el aumento de pobreza como una manera de legitimar el discurso contra “el neoliberalismo”, y a favor de la asamblea constituyente, es una manera de hacerlo.
En otras palabras, el Ejecutivo sí puede promover la desorganización del país. De allí la enorme importancia de los relatos y de la reforma cultural sobre el cambio de época que enfrenta el país. La desorganización temporal del Perú debe tener una explicación y varios relatos a favor de la libertad.
La única explicación para que las corrientes colectivistas más ortodoxas llegaran al poder es el triunfo del progresismo en la guerra cultural: desde las narrativas sobre la violencia terrorista, los temas de DD.HH., las cuestiones de género, los relatos medioambientales contra las inversiones y otros. Únicamente la guerra cultural explica que Castillo se impusiera sobre la candidata Keiko Fujimori.
Algo parecido sucedió en Chile. El triunfo colectivista en la guerra cultural explica el asalto al poder comunista en la constituyente mapocha. Si Perú había triplicado su PBI y había reducido pobreza del 60% de la población a solo 20%; y si Chile tenía el PBI per cápita más alto de la región y apenas 8% de la población en pobreza, ¿cómo se explica que las dos joyas económicas de la región hayan sucumbido ante el colectivismo? La única respuesta: la cultura.
Planteada las cosas así, es hora de convertir la resistencia nacional a la constituyente en una reforma cultural de la sociedad. La amenaza comunista puede pasar, pero, tarde o temprano, regresará en las próximas elecciones si es que no hay reforma cultural.
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