LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Castillo sin vacancia
Un sector de la oposición notifica que la cosa va en serio
El presidente Castillo se salvó de la vacancia. Pero de alguna manera ha sido notificado por un sector de la oposición de que la cosa va en serio, si es que no hay rectificaciones. Y la conclusión parece ser la siguiente: si el jefe de Estado sigue gobernando como ahora, de ninguna manera culminará su periodo. No se necesita ser un politólogo para llegar a este tipo de conclusiones.
Si el hombre del sombrero no recoge las conclusiones de este desenlace que lo favorece, organizará su sepultura política con extrema rapidez. La soberbia es el gran adversario de los políticos. Si el jefe de Estado se siente tentado a escuchar los elogios por el desenlace, olvidará que todas las adversidades se juntaron por mano propia. Y que la oposición es demasiado tolerante e indulgente.
Castillo desarrolla el peor gobierno de la historia republicana –en el sentido de destruir en pocas semanas tres décadas de crecimiento y reducción de pobreza– exclusivamente por haber identificado a su gestión con la convocatoria de una asamblea constituyente y por haber convocado gabinetes con izquierdas ideologizadas –alienadas de la realidad– que evocan al comunismo dogmático de universidad.
Si se trata de leer la notificación de un sector de la oposición sobre la vacancia, entonces Castillo debe renunciar a la constituyente y convocar a un gabinete de unidad nacional. Si no lo hace, la vacancia llegará casi como una ley física por una sola razón: nadie puede gobernar un Estado anunciando medidas en contra de todo lo establecido en la Constitución, tal como lo hace el Presidente. Anuncios tóxicos tras anuncios tóxicos, que desorganizan al país y convierten al Gobierno de Castillo en una pluma que todos soplarán.
Descartar la constituyente resucitará a los mercados, hoy moribundos por todos los incendios verbales lanzados por el jefe de Estado. Deshacerse de los cuadros del comunismo dogmático le permitirá al Ejecutivo que el Estado peruano no sea visto como un sindicato o una federación universitaria. Desde la presidencia del Consejo de Ministros hasta el Ministerio de Economía y Finanzas solo se huele dogmatismo y es imposible que estos sectores generen un nivel mínimo de confianza en los mercados.
Las conclusiones, pues, parecen evidentes. Nadie puede gobernar un Estado como en el Perú en contra de la Constitución, intentando dinamitar ese Estado desde adentro, tal como ha sucedido con los gabinetes Bellido y Vásquez. Demasiado panfleto ideológico y renuncia a la realidad.
Igualmente, nadie puede gobernar contra los mercados, a menos que instaure un gobierno dictatorial. Las conclusiones son incuestionables.
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