LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Castillo se maquilla de progresista
La ola anticomunista de las clases medias sigue creciendo
Verónika Mendoza acaba de subirse al carro del lápiz de Pedro Castillo y Vladimir Cerrón. Y como en los tiempos del Ollanta Humala del 2011, el profesor de Chota ha firmado una supuesta hoja de ruta desdiciéndose de todas las afirmaciones que hizo en dos semanas de campaña. Ahora el candidato del lápiz convocará una constituyente respetando la Constitución, no disolverá el Congreso y no se quedará un solo día en el poder después del periodo constitucional. Además, respetará la institucionalidad del Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo.
¿Quiénes le creen? Todo indica que los estrategas cubanos, venezolanos y argentinos detrás de la campaña de Castillo, han obligado –sobre todo a Cerrón– a aceptar el esfuerzo de maquillaje por una sola razón: la ola anticomunista que desarrollan las clases medias peruanas, de manera espontánea, se parece mucho a la llamada estrategia de “la revolución molecular disipada”, que aplica la izquierda en Chile y Colombia para debilitar el estado republicano. En esta estrategia no hay un partido, un candidato, ni un programa que movilice la acción. Todo se desarrolla de manera espontánea y surge de todas las direcciones. ¿Cómo detener la ola anticomunista? Con un enorme esfuerzo de maquillaje y acicalamiento.
Conversando con Luis Benavente, de Vox Populi Consultoría, el especialista en tendencias electorales menciona dos encuestas de Ipsos (la de mediados y fines de abril) y subraya un dato que podría definir el desenlace electoral. En el primer sondeo, Keiko Fujimori tenía un antivoto de 55% y Pedro Castillo de 30%. En el segundo, la lideresa fujimorista redujo el antivoto a 50% y Castillo aumentaba a 33%. Es decir, de una ventaja del candidato del lápiz de 25% se pasaba a 17%.
¿Cómo explicar estos números que podrían representar una tendencia maciza y definitoria en la siguiente encuesta? La única explicación: esta segunda vuelta electoral –como casi en todos los balotajes– se trata de una guerra de rechazos, de enemigos principales, como en los mejores tableros de la guerra estrictamente militar. Y tal como van las cosas, el anticomunismo comienza a imponerse y a disolver el antivoto de Keiko.
Quizá por esta tendencia en curso, los asesores de Pedro Castillo y el propio Vladimir Cerrón hayan aceptado el maquillaje del progresismo a través de Mendoza. El recuerdo de la hoja de ruta que Ollanta Humala firmó con el aval de Mario Vargas Llosa en las elecciones del 2011 debe haber pesado mucho en la decisión. Sin embargo, Mendoza no es Vargas Llosa ni las clases medias del 2011 se parecen a la mesocracia aterrada y movilizada de hoy frente a la amenaza comunista. El anticomunismo es hoy más fuerte que el antifujimorismo. Ante cualquier duda, allí está el gesto republicano del Nobel peruano.
Ahora bien, todo dependerá de cómo la ola anticomunista fortalezca las estrategias de Keiko Fujimori en los sectores D y E, los mayores bolsones electorales. Si no hay mensaje y estrategia para los descamisados, la ola anticomunista tendrá límites evidentes.
De otro lado, el acicalamiento de Castillo puede tener el efecto contrario al que se busca. Ahora Castillo está muy cerca de Juntos por el Perú; es decir, de los ministros de Salud de la administración Vizcarra y de Sagasti, que han conducido el sector en medio de la tragedia sanitaria. Y si le sumamos a los diversos gobernadores regionales –socios de Castillo– que han fracasado en redistribuir la riqueza que el Estado cobra a los privados, entonces, el candidato del lápiz está más cerca de los responsables del Estado fallido.
De alguna manera el abrazo del progresismo comunista termina con el mito del profesor con sombrero de paja y ojotas. Después de Chota y la alianza con Mendoza, el profesor del lápiz pasa a ser uno más de la política.
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