LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Archivada la constituyente, ¿y el plan B de Perú Libre?
El fracaso de una distracción del estallido social contra Castillo
Luego de archivada la constituyente en el Congreso, sin ninguna pena ni gloria para Perú Libre, lo más seguro es que el derrumbe del Ejecutivo se traslade también a la bancada del Congreso. Con una puerilidad lejana a los manuales comunistas, Vladimir Cerrón, Perú Libre y los asesores cubanos consideraron que era hora de lanzar la estrategia máxima: la asamblea constituyente. Y el presidente Castillo, frunciendo el ceño y adquiriendo gravedad, echó la propuesta de convocar de la asamblea constituyente.
Los núcleos comunistas de Perú Libre y el Movadef lanzaron la propuesta a pesar de que el Ejecutivo enfrentaba un estallido social sin precedentes en las últimas tres décadas: la mayoría del país reventaba por el frenazo económico, la falta de empleo y el aumento de la pobreza. El asunto iba tan en serio que el Ejecutivo decretó el estado de emergencia y la inamovilidad de 11 millones de peruanos. Sin embargo, los limeños se declararon en desobediencia civil y disolvieron al Gobierno, cualquier resquicio de autoridad. El Ejecutivo se desmoronaba pared tras pared.
Sin embargo, las vanguardias comunistas se lanzaron a la constituyente, quizá buscando una densa humareda o un gran distractor para ocultar el estallido social contra Castillo. O quizá también para tener una estrategia de repliegue y contragolpe en caso de que el Gobierno cayera por mano propia, por la extraña combinación de ideologización e ineptitud.
El Ejecutivo tenía el repudio nacional de la gente por el desastre y la destrucción nacional, carecía de una mayoría en el Congreso, no controlaba políticamente las fuerzas armadas ni la policía nacional, sin embargo, se lanzó a la aventura de la batalla final. Logró distraer del estallido social en curso y atemorizar a una élite acostumbrada al boato de las últimas tres décadas, a una élite que había contemplado indolente cómo las fuerzas progresistas destruían su sistema político y preparaban la llegada del comunismo al poder.
Cerrón, incluso, anunció un plan B en contra del Congreso en caso de que el Legislativo no aceptará la constituyente. La histeria de algunos sectores se desató. Unos días atrás, en las redes sociales se difundieron algunas escenas de las amenazas revolucionarias de Cerrón: gritos aislados y cuatro gatos en enormes plazas.
A esas alturas el fracaso del colectivismo era evidente, y el derrumbe del Gobierno comienza a escucharse con ruidos tan atronadores que la responsabilidad de destrucción nacional –casi como ley física– comienza a trasladarse al Congreso, que se resiste a una formar una mayoría y encabezar una transición para superar la tragedia nacional que causa Perú Libre.
Cuando existen dos poderes elegidos por el sufragio de todos los peruanos, cuando existen dos poderes soberanos –como en el sistema semipresidencial peruano– y uno de ellos se desploma, lo natural es que el otro llene el vacío de poder que deja el derrumbe de uno de ellos.
El Congreso se resiste a iniciar la transición, a llenar ese vacío. Y no obstante el rechazo gigantesco a la constituyente y el comunismo, el Perú parece dirigirse a la anarquía.
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