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Aprender de las genialidades de García

Lecciones para la segunda vuelta electoral

Aprender de las genialidades de García
Víctor Andrés Ponce
15 de abril del 2021


Alan García es un personaje que desata intensas adhesiones y rechazos. Sin embargo, nadie puede negar que fue electo en dos comicios impecables y que entregó el poder a través de otras elecciones también incuestionables. Asimismo, nadie puede negar que el segundo gobierno aprista fue uno de los mejores de la historia republicana en cuanto a crecimiento, reducción de pobreza y logros sociales,

Puede debatirse sobre el papel del ex presidente García en la historia, pero es incuestionable que por trayectoria republicana y democrática –al margen de los relatos de la progresía y del comunismo– debería ser una de la figuras de nuestro Bicentenario. A mi particular entender, el ex jefe de Estado salvó al sistema republicano en dos ocasiones de la amenaza bolivariana: cuando le ganó las elecciones del 2006 al Humala del polo rojo y cuando desveló ante el país la llamada reelección conyugal.

Al margen de cualquier pasión, justificada o injustificada, no se pueden desconocer las genialidades políticas de García. El resto es ceguera. En las elecciones del 2006, García era un candidato que tenía todo en contra: era la representación del político tradicional y el representante del gobierno aprista de la hiperinflación y la estatización frustrada de la banca. No tenía cómo ganarle al joven Humala, el pujante candidato del polo rojo y engreído de Hugo Chávez. Tampoco tenía cómo superar la frescura y predictibilidad de Lourdes Flores Nano. Sin embargo, García le demostró a las aterradas clases medias de entonces que era el único candidato que podía detener al Humala del polo rojo, sin Hoja de Ruta. 

Cuando a Flores Nano los nacionalistas reservistas la obligaron a abandonar un mitin en Huancavelica a punta de pedradas y violencia, y cuando los apristas hicieron retroceder a los mismos nacionalistas agresores en el Cusco, incluso con disparos, las clases medias peruanas entendieron que el único que podía enfrentar a ese chavismo neofascista era el ex presidente García. La política es programa, discurso, ideología, pero a veces un gesto vale una elección. A García el violentismo reservista no lo sacaba de una plaza, y el hombre pasó a la segunda vuelta.

En la segunda ronda, García pasó de la guerra de posiciones a la guerra de movimientos para disolver el abrumador antivoto que lo acompañaba. Y, entonces, en vez de debatir con el entonces engreído de Chávez empezó a lanzar flechas y lanzas al propio Hugo Chávez, el dueño de la fiesta en desarrollo. Hasta lo acusó de maltratar a las mujeres. La furia del autócrata llanero se desbordó y, como cualquier insulto de un dictador a un demócrata siempre será un galardón, aquí reproducimos lo dicho por el venezolano: “Dios libre al Perú de un bandido como este, como presidente. Dios libre a nuestro hermano pueblo peruano de un truhán como este, de un corrupto de siete suelas, como lo es Alan García”.

Con esa respuesta, García había ganado las elecciones del 2006 con toda la historia y los acontecimientos en contra. Igualmente, se había convertido en el guardián del sistema republicano en un momento terrible para el país. Más tarde perdería cualquier posibilidad electoral, pero detendría la amenaza de la reelección conyugal.

En la segunda vuelta de hoy con respecto a la que protagonizó García existen enormes distancias entre los actores. Pero algunas cosas se repiten. Ahora no está Hugo Chávez, pero don Evo Morales ha regresado a Bolivia y manipula las instituciones para encarcelar a la oposición política, tal como sucede con la ex presidente constitucional Janine Añez. Y acaba de sostener que el eje bolivariano ha ganado en el Perú. Tampoco está el Humala del polo rojo, sin embargo Pedro Castillo y Vladimir Cerrón tienen un parecido con el nacionalista de entonces por la intensidad ideológica de sus propuestas. Ya no está García, un grande de la política y el republicanismo, pero Keiko tiene la obligación de superar el antivoto y limpiar su historia.

Veremos si las genialidades pasadas se convierten en lecciones para el presente.

Víctor Andrés Ponce
15 de abril del 2021

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