LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Anti voto versus realidad
El mal mayor y las estrategias políticas
Polarizar el país entre fujimoristas versus antifujimoristas y entre apristas versus antiapristas es el gran negocio de la izquierda y el bloque político, mediático y cultural, que encumbró a Ollanta Humala en las elecciones del 2011.
En un escenario de este tipo los problemas que definen al elector no son el envilecimiento institucional, la desaceleración económica y la corrupción evidente, que nos deja la administración nacionalista, sino los “temas históricos” vinculados al fujimorato y al segundo gobierno aprista. En semejante proscenio todas las cosas más absurdas se “pueden defender” invocando el anti, como los intentos de Anel Townsend de exculpar a César Acuña y la justificación de Susana Villarán de integrar la plancha de Daniel Urresti. El anti voto es un cajón de sastre que puede contener cosas inverosímiles.
Pero una de las cosas más graves del anti voto es que lanza una niebla sobre los temas económicos y políticos que deberían definir una elección nacional. Por ejemplo, hoy Verónica Mendoza se pasea por todos los canales repitiendo las fórmulas económicas (estado empresario y regulaciones) que han hundido a Venezuela, Argentina y Brasil. Sin embargo el asunto ya no importa. Quizá tal reacción se explique porque la candidata sigue atrapada por la ley de la gravedad en las encuestas.
Pero es evidente que existe una estrategia política más eficaz: el anti ha desconcentrado al elector y no existe la fuerza política –al menos hasta hoy- para variar el curso de las cosas. Si los hechos se suceden en esa ruta la segunda vuelta entre Keiko Fujimori y cualquier adversario podría estar definida.
A lo mejor en la organización de este escenario tenga mucho que ver la manera cómo el fujimorismo –y también el propio aprismo- han enfrentado las cosas. Desde Harvard hasta el inicio real de la campaña, Keiko Fujimori estaba demasiado interesada en diluir el anti voto desarrollando concesiones “históricas” (CVR, esterilizaciones forzadas y otros). Los hechos van demostrando que “la trampa histórica” de la izquierda era una verdadera trampa. De nada sirvieron los gestos y las decisiones de apartar a un sector de los duros. ¡La guerra continúa! El aprismo de alguna manera cometió el mismo error y las solicitudes de perdón y de aclaraciones sobre los indultos pueden aparecer extemporáneos. Pero, ¿cuál es la naturaleza de estos yerros?
Si bien la democracia se puede definir como el pacto y la cooperación entre adversarios, las elecciones nacionales de cualquier democracia siempre resucitan las leyes de la guerra, que son universales y clásicas desde Alejandro Magno. Y una de esas leyes señala que una guerra se gana a la ofensiva y no hay ofensiva solo difundiendo un programa sino también definiendo el mal mayor, el enemigo principal. La izquierda ha definido el mal mayor en el fujimorismo y el aprismo y de allí surge un mal menor vinculado a la novedad (Acuña, Guzmán, Verónica Mendoza, Alfredo Barnechea).
De alguna manera el fujimorismo y el aprismo comienzan a golpear a Palacio y las estrategias oficialistas que no solo se reducen a la candidatura de Daniel Urresti. Pero todavía no emerge el mal mayor que produzca un cambio en la percepción del elector. En todo caso, las tendencias electorales a cerca de 40 días de los comicios solo se explican por los errores y los aciertos de los políticos. Pura política y nada más.
Por Víctor Andrés Ponce
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