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A la sombra del antifujimorismo

A la sombra del antifujimorismo
Víctor Andrés Ponce
23 de diciembre del 2015

Cuando el sentido de oportunidad política linda con falta de decoro

El antifujimorismo se ha convertido en la coartada perfecta para justificar, por decir lo menos, las más extrañas y curiosas decisiones políticas. Anel Townsend en la plancha de César Acuña y Susana Villarán en la fórmula de Daniel Urresti son actos que desatan interrogantes. Qué afinidad puede haber entre Townsend y Acuña excepto el poder por el poder. Considerando que la señora Villarán fue Secretaría Ejecutiva de la Coordinadora de Derechos Humanos, ¿qué puede haberla motivado a integrar la plancha de alguien acusado del asesinato de un periodista? Sin embargo ambas políticas justifican sus determinaciones en la necesidad de hacerle frente al fujimorismo. ¡Vaya!

Una de las consecuencias de los anti en cualquier sociedad es que retrotrae el espacio público a la pre modernidad y al territorio de las guerras de religiones. Cuando al rival no se le reconoce nada excepto su condición de hereje, entonces, hay que eliminarlo. Y para eliminar al rival solo vale la guerra. Ni la democracia ni la política, reinos exclusivos de los pactos y la cooperación entre adversarios, son útiles.

En la guerra todos los métodos sirven. De alguna manera es lo que está sucediendo con los activistas del anti que, en estas elecciones, hacen gala de un increíble sentido de la oportunidad que linda con la falta de decoro.

Es evidente que semejantes conductas políticas han comenzado a ser parte de nuestras tradiciones políticas desde el fin del fujimorato. Cualquiera puede intentar resucitar en política agitando las banderas del anti, pero el paroxismo se desató en las elecciones del 2011. Cuando no había argumentos válidos para encumbrar a Ollanta Humala, la mayoría optó por ese camino. El propio Mario Vargas Llosa se embarcó en la ola antifujimorista para elegir a un militarote y, de alguna manera, se comprometió en un proceso que los futuros Basadre enjuiciarán.

¿A qué viene todo esto? Si bien el antifujimorismo hoy no dispara sobre Keiko Fujimori es porque ha llegado a la conclusión de que no puede evitar el ingreso de la candidata de Fuerza Popular  a la segunda ronda. Los activistas del anti se han concentrado en la pelea por el otro animador del ballotage. Pero una cosa es tan cierta como la ley de la gravedad: en la segunda ronda, el fujimorismo y Keiko se convertirán en las representaciones de los demonios. Y, de una u otra forma, podríamos reeditar los huracanes de pasiones que se desataron en el 2011.

Sin embargo la posibilidad de que un representante del llamado elenco estable (Keiko, PPK y Alan García) ingrese a la segunda vuelta junto a la candidata del fujimorismo quizá morigere las pasiones. Tanto PPK como el propio García son conscientes de que no solo se trata de ganar una elección sino que el triunfo solo se justifica para organizar un gran acuerdo nacional que le otorgue viabilidad al país. Repetir la historia de las bajas pasiones del 2011, la mediocridad e indolencia del nacionalismo, y la polarización humalista, sería demasiado para nuestra democracia sin partidos.

Libertad para los presos políticos de Venezuela esta Navidad.

Por Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
23 de diciembre del 2015

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