A disolver el Legislativo, ¿no?

Las estrategias de la izquierda contra el Congreso

Ante la posibilidad de que la mayoría legislativa decida interpelar al ministro de Educación, Jaime Saavedra, por las investigaciones de la Unidad de Inteligencia Financiera y el Ministerio Público sobre irregularidades en compras millonarias de computadoras en el sector Educación, la izquierda y el antifujimorismo radical ha lanzado una campaña en redes sociales que plantea la disolución del Legislativo. En realidad se trata de de un gambito que pretende amedrentar al fujimorismo, arrinconándolo en disyuntivas que no deben existir en democracia.

Sin embargo los promotores de este extremismo no perciben que, en realidad, están organizando el resultado adverso. ¿Por qué? La amenaza antidemocrática, más o menos, dice lo siguiente: si ejerces las prerrogativas que la Constitución y las leyes establecen para una mayoría legislativa en el Perú, simplemente, enfrentas la amenaza de disolución. En otras palabras, se lee entrelíneas que para que las cosas funcionen debes  renunciar a tu condición de mayoría.

Ante este escenario, ¿qué creen que hará la mayoría fujimorista? ¿Renunciar a ejercer las prerrogativas que le concede la última elección nacional, a riesgo de disolverse políticamente hacia el 2021, o encaminarse hacia una autoafirmación? A entender del suscrito, la estrategia antidemocrática del antifujimorismo radical —antes que construir puentes y, por ejemplo, evitar la censura de Saavedra— desencadenará el desenlace contrario. Y es que cuando se plantea la disyuntiva de “aceptas el veto o se te disuelve”, generalmente las fuerzas políticas con voluntad de poder deciden defender la representación conseguida en las urnas.

Poco a poco el Perú se acerca a una confrontación en la que novedad será el endurecimiento del fujimorismo, a diferencia de las polarizaciones anteriores. Ante la marcha que impulsa el colectivo “No a Keiko” para defender a Saavedra, tarde o temprano, el movimiento naranja sacará masas a las calles y allí sí que a los demócratas se nos erizarán los cabellos.

La chiquillada antifujimorista o el loquito que sueña con la disolución del Legislativo creen que el endurecimiento del fujimorismo lo enemista con las posibilidades electorales hacia el 2021. Puede ser. Pero, ¿qué sucede si la administración PPK fracasa y no pisa el acelerador de la gobernabilidad? ¿Ese no es el escenario propicio para un fujimorismo que se endurece y cosecha adhesiones? Ante un eventual fracaso pepekausista, ¿acaso no vale el ceño fruncido naranja para dejar sin piso a Verónika Mendoza, Gregorio Santos o Antauro Humala? Preguntas válidas desde cualquier punto de vista.

Semejantes especulaciones nacen de la renuncia del pepekausismo y del fujimorismo a construir la gobernabilidad en función de los resultados de la última elección nacional. En cualquier sociedad medianamente democrática ya se habría producido una cumbre entre PPK y Keiko Fujimori para armar la gobernabilidad. En el país de los disensos se acaba el mejor tiempo de PPK y también el de Keiko Fujimori para organizar un escenario en el que se garantice la gobernabilidad y se desarrolle la oposición del movimiento naranja.

El calendario avanza y la oportunidad empieza a malgastarse, mientras las demandas de la población se acumulan y el gobierno empieza a actuar con desesperación ante cada incendio que se desata. En este contexto, el antifujimorista antidemocrático opera, le niega a la mayoría el derecho de ejercer su condición de mayoría pretendiendo establecer un veto. El resultado: el fujimorismo se endurece porque considera que el mejor camino hacia el 2021 es liderar el anti establishment, como lo acaba de hacer Trump en Estados Unidos. Triste escenario para una democracia que avanza hacia su quinta elección nacional.

Víctor Andrés Ponce