Editorial Política

Vizcarra debe liderar un nuevo pacto

La urgencia de una convergencia Ejecutivo-Legislativo

Vizcarra debe liderar un nuevo pacto
  • 03 de octubre del 2018

 

A estas alturas nadie discute que el presidente Martín Vizcarra es el ganador de la coyuntura política, no solo porque lideró la indignación ciudadana contra la corrupción judicial, presentando los cuatro proyectos de reforma de los sistemas de justicia y político —que el Congreso avanza en aprobar—, sino también porque se ha convertido en el político con más aprobación ciudadana. Si Vizcarra es el ganador, la pregunta es, ¿qué debe hacer con ese triunfo? Cualquier político demócrata se plantearía la urgencia de cancelar la envilecedora polarización política que cancera el espacio público y las instituciones desde las elecciones del 2016. El manual enseña que los acuerdos y las convergencias dependen de las voluntades de las partes, pero también de la fuerza política de los actores. Y el Presidente la tiene y podría hacerlo.

El camino contrario sería considerar que es posible llegar con buena salud hacia el 2021 guerreando y alentando la confrontación Ejecutivo-Legislativo, algo que solo puede llegar a buen puerto si una de las partes se impone sobre la otra (por ejemplo, el cierre del Legislativo). Ese camino es de la autodestrucción, por más que las encuestas indiquen lo contrario. Tarde o temprano la ciudadanía comenzará a exigir resultados en la reconstrucción del norte, frente la ola de inseguridad ciudadana, ante el crecimiento de la anemia, el rebrote del sarampión, las muertes por las heladas y todos los problemas vinculados a la administración nacional.

Algún consejero marxista puede sugerir que seguir creciendo en popularidad requiere la confrontación Ejecutivo-Legislativo, pero ese camino es extremadamente riesgoso para la democracia y las instituciones, y para el éxito de la propia administración Vizcarra. No se puede vivir velando los problemas acumulados en un país, por más que las encuestadoras y una peligrosa unanimidad mediática pretendan decir lo contrario. Por ejemplo, en septiembre la inversión pública total cayó en 11.4% (en agosto había caído en 15.2%). Semejante resultado se explica por la caída del gasto del Gobierno central en 32.8%. En los gobiernos regionales el descenso fue de 4.4%. Únicamente en los gobiernos locales hubo un incremento de 2.1% en el gasto. ¿Se necesita ser demasiado zahorí para entender que la reconstrucción del norte no avanza?

El presidente Vizcarra, pues, necesita convertir su triunfo político en estabilidad en el mediano y largo plazo para focalizar las energías del Ejecutivo en la gobernabilidad, en la administración del país. Si avanzara por ese camino se consolidarían las reformas constitucionales en curso (más allá del exabrupto de la no reelección congresal) y la democracia se encaminaría a consolidar el mayor periodo de continuidad democrática de su historia hacia el 2021. Una hazaña institucional y republicana.

Esa masa crítica de convergencias y acuerdos le permitiría al jefe de Estado, y también a la mayoría legislativa y a los partidos políticos, encabezar el proceso de reformas económicas y sociales urgentes que necesita el país para seguir creciendo a tasas altas, continuar reduciendo pobreza y enfrentar a todas las amenazas del antisistema.

Hasta hoy la clase política y los líderes políticos no parecen entender que en el Perú se libra una feroz lucha entre capitalismo y anticapitalismo. Una lucha que avanza envuelta en la polarización fujimorismo versus antifujimorismo, en los extremismos ambientalistas, en los radicalismos de género y en los intentos de enfrentar a consumidores contra las empresas.

Todavía no se entiende que el Perú ha dejado de ser una sociedad de ingreso bajo para convertirse en una de ingreso medio, que ha reducido considerablemente pobreza. Cuando una sociedad de ingreso medio deja de crecer a tasas altas y de reducir pobreza como antes, suele suceder que los ex pobres de ayer se vuelven contra el modelo por la incertidumbre que genera la ralentización del crecimiento. Por todas estas consideraciones se requiere con urgencia más reformas institucionales, una reforma laboral, transformaciones en los sistemas educativo y de salud, y la solución de los problemas de infraestructuras acumulados.

Si el Ejecutivo y el Legislativo no se encaminan en esta ruta, todos iniciaremos un camino de autodestrucción a favor del anticapitalismo y las propuestas del antisistema.

 

  • 03 de octubre del 2018

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