El juego de las delegaciones

Sobre el nuevo pedido gubernamental de facultades delegadas

La imagen del Gabinete Cateriano no solo debería ser asociada a las audaces reuniones que el PCM sostuvo con los líderes de la oposición, sino también a la solicitud de facultades para legislar en temas económicos, seguridad ciudadana y política social. La mencionada solicitud ha impulsado a un sector del nacionalismo -al que no parece gustarle la autonomía del PCM-, a utilizar el asunto para seguir atizando el fuego contra la oposición y lanzar amenazas veladas sobre cerrar el Legislativo. Claro que casi nadie cree en las intimidaciones porque el oficialismo sería el principal perdedor de semejante escenario.

Todo parece indicar que una franja del nacionalismo muy vinculada a la pareja presidencial hará todo lo posible para envenenar las relaciones de Cateriano con la oposición. Cuando se discutía el voto de investidura, por ejemplo, Daniel Abugattás sostuvo que no había confianza al Gabinete sin delegación de facultades. La curiosa interpretación fue aclarada por el propio Cateriano, quien precisó que la delegación legislativa requería proyecto de ley con materias y plazos determinados. La sangre no llegó al río, pero era evidente que el nacionalismo jugaba con la figura de una segunda crisis ministerial y una eventual disolución del Legislativo, tal como se contempla en la Constitución.

Más tarde, el congresista Fredy Otárola señaló la posibilidad de que el Ejecutivo cierre el Congreso si no se otorgan facultades legislativas. Nadie sabe con qué acto de magia constitucional justificaría tamaño despropósito, pero allí está la propuesta lanzada al viento. Es claro entonces que las amenazas y sombras de una eventual clausura del Legislativo continuarán hasta la fecha en que la Constitución acepta este desenlace (julio 2015). ¿Cómo se pueden corresponder tales amenazas con los gestos de Cateriano con la oposición? Es evidente que en el régimen existen dos agendas y, tarde o temprano, una de ellas terminará imponiéndose. En esos factores reside la fragilidad del Gabinete Cateriano.

Ahora bien, con respecto a la delegación de facultades, el argumento de que estamos en el último año de administración no es consistente. Un gobierno gobierna hasta el último día que permanece en el poder. No solo lo indica el sentido común sino la Constitución y las leyes. Por allí entonces no habría que arrimarse para oponerse a la solicitud.

Sin embargo solicitar facultades legislativas en los tres temas indicados aparece desproporcionado e inútil. Por ejemplo, las críticas se multiplican contra el régimen por el uso político de los programas sociales y también se conoce de la intención del Ministerio de Educación de cancelar el sistema nacional de acreditación de universidades, institutos y colegios. ¿Es pertinente demandar delegaciones en temas tan espinosos? No parece apropiado.

En el asunto de la seguridad ciudadana si bien hubo otras delegaciones estériles la sensación de emergencia nacional amerita discutir la posibilidad. Lo mismo sucede en los asuntos económicos donde la desaceleración no solo afecta al régimen sino, principalmente, al más de 20% de pobres que todavía existen en el país.

Quizá la oposición debería utilizar la demanda de facultades legislativas para seguir afirmando los caminos de convergencias y aproximaciones que iniciaron un sector del oficialismo y la oposición. Por ejemplo, aceptar la delegación en materias no polémicas podría ser un camino. Afirmar los acercamientos es una manera de seguir dejando sin juego a quienes pretenden prolongar la polarización como una manera de salvarse de investigaciones y el veredicto de las urnas. Ya se demostró madurez. Es hora de seguir creciendo.