Dante Bobadilla

Unos roban con pistola, otros con una ley

Unos roban con pistola, otros con una ley
Dante Bobadilla
17 de diciembre del 2015

Sobre el Estado ineficiente y corrupto que produce subdesarrollo

Robo es que alguien te quite lo que te pertenece. Extorsión es cuando te roban con el pretexto de darte un servicio. Todo esto lo hace el Estado al amparo de la ley, impunemente.  Lo hace incluso a favor de compinches terceros que extorsionan a todo un colectivo. Ejemplos simples son ESSALUD, la ONP, las AFP y los colegios profesionales, entre otros.

El Congreso acaba de patear hasta el 2018 un robo legalizado que estaba listo para ser perpetrado: quitarte una parte de los intereses que ganas por tus ahorros. El más insigne representante defensor de esta canallada es el congresista comunista Manuel Dammert, quien con verbo encendido e indignado vociferaba a favor del robo de los ahorros porque es un enemigo declarado de lo que califica como “plutocracia”. No tenía más argumentos que el odio a la gente que tiene dinero ahorrado. Es la mentalidad del mediocre que odia el éxito ajeno.

Una buena parte del robo institucionalizado desde el Estado a los ciudadanos se hace para llenar la caja fiscal, de cuyo gasto nunca nadie rinde cuentas. Los servicios esenciales del Estado son un desastre: la seguridad pública es casi nula, la educación es paupérrima. Y la mayor parte se gasta en mantener una frondosa burocracia dorada ineficiente y hasta corrupta, que disfruta de estabilidad laboral, y que no hace más que crecer y crecer con cada gobierno.

Una empresa privada ineficiente pierde clientes y, por tanto ingresos. Esto la lleva a replantear sus estrategias, mejorar sus productos, aplicar reingeniería de procesos, sistematización y automatización de tareas, racionalizar personal, eliminar locales poco productivos, etc. Pero cuando el Estado tiene problemas de caja no hace nada de esto. Lo único que hace es elevar los impuestos o inventar más impuestos. Es decir, sale a robar impunemente. No le preocupa la eficiencia. Incluso sigue creciendo sin escrúpulos porque tiene la ley como arma.

El odio a los monopolios y oligopolios solo se aplica a los privados. Sin embargo, el Estado es el monopolio más grande en varios rubros. Posee el monopolio de las licencias cobrando lo que se le antoja y haciéndolas temporales para que la extorsión sea eterna. Toda actividad que uno desee requiere de las innumerables licencias que son onerosas y largas. Sacar un simple carnet sanitario o un brevete es traumático. Los monopolios y oligopolios son malos en todos los escenarios, pero lo son peor en el Estado porque tienen la ley en sus manos y carecen de incentivos para mejorar, ya que nada les pasará si no hacen bien su trabajo. El perjudicado siempre es el ciudadano y no tiene a quién quejarse.

Nadie se queja de la obligatoriedad de los aportes a ESSALUD, cuyos servicios son pésimos. La gente no puede tratarse con la urgencia que requiere su estado de salud, debe someterse a los protocolos y tiempos de ESSALUD y su clamorosa ineficiencia, de modo que por una dolencia simple pueden tenerte 3 meses dando vueltas y en espera porque el primer médico tratante nunca resuelve nada. Pero como se trata de un monopolio obligatorio del Estado nadie puede salirse y elegir otro servicio de salud. Y lo más sorprendente es que nadie se queja de esto.

En esta campaña presidencial nadie se atreverá a mover un solo dedo contra el gran Estado, aunque se llenen la boca con la palabra reforma. Nadie propondrá liberalizar la economía controlada por el Estado ni romper sus monopolios de licencias. Nadie propondrá reducir los impuestos y que el Estado haga su propia reingeniería de procesos y reducción de tamaño, ni que el Estado y sus amigotes compitan en el mercado liberándonos de los aportes obligatorios a malos o nulos servicios. Nadie está dispuesto a darle a la gente más libertad y mayor poder de decisión. Estamos en una cultura del estatismo, del odio a lo privado, de la sospecha del ciudadano de ser un ladrón que debe someterse al escrutinio de la burocracia, o un imbécil que debe ser protegido de sí mismo.  Si esto no cambia seguiremos en la senda segura del subdesarrollo y la mediocridad, dominada por este Gran Estado ineficiente y su nube de burocracia corrupta. Esta es la mentalidad que debemos cambiar. El resto es floro barato.

Por: Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
17 de diciembre del 2015

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