Arturo Valverde

Un buen mal ejemplo

El Perú necesita una revolución intelectual

Un buen mal ejemplo
Arturo Valverde
25 de enero del 2018

 

Hace unos días se hizo pública una foto que mostraba a unos niños al lado del ataúd de otro más pequeño que había fallecido por desnutrición en Venezuela, un país con suficientes recursos para que su gente viva cómoda, viva bien. Sin embargo el llamado socialismo del siglo XXI y esta patraña de revolución bolivariana están matando a su gente de hambre y enviando al éxodo a millones de venezolanos.

En nuestro país, tenemos gente que cree en estas ideas o por lo menos evita condenar la dictadura de Nicolás Maduro. En ese grupo está Verónika Mendoza y gran parte de la izquierda nacional. Ese modelo no solo ha demostrado su ineficacia para resolver cientos de problemas en sus sociedades, sino que ha servido para hacer ricos a unos pocos mientras los demás se mueren de hambre.

En nuestro continente hemos tenido toda clase de dictadores. Algunos hasta capaban a sus adversarios, como Juan Vicente Gómez. Aquí hemos tenido militares como Sánchez Cerro y Manuel Odría que mataron a miles de apristas. ¿Qué pasó con cada uno de estos hombres? A unos les dispararon, otros simplemente ya no están, se perdieron en la historia. Así como ellos, un día la dictadura de Maduro también llegará a su punto final. Y yo admiro a quienes hoy luchan contra ese hombre.

Hay muchos libros que cuentan la historia de estos hombres; allí están las obras de Germán Arciniegas, por ejemplo. La misma literatura aprista, escrita por los apristas de la generación de Haya de la Torre. Luis Alberto Sánchez escribió mucho, pero aquí le preguntas a un chico ¿qué has leído de aprismo? y contesta que su papá le ha dicho que eso no sirve.

¿Cuál ha sido el aporte intelectual de la izquierda y la derecha nacional al país en los últimos veinte años? ¿Ustedes rescatan algo? ¿Acaso no nos han hablado más de nuestras diferencias que de aquello que debería unirnos?

Yo creo que el Perú, así como otros países de nuestro continente, necesita de una revolución intelectual que parta necesariamente por poner a leer a nuestra gente y elevar su nivel intelectual para que entiendan qué pasa a su alrededor. La fórmula es sencilla: leer para entender y hacer. Esta debería ser la máxima que persiga y defienda todo joven hoy en nuestro país. No hay nada más subversivo que decirle a otro “lee”.

Así como nos ponen un anuncio gigante en la Vía Expresa que dice que beber Coca Cola es sinónimo de felicidad; así como nos metieron la cruz en la cabeza ¿Por qué no hacemos lo mismo con los libros? Cómo me gustaría cambiar ese letrero y poner en letras grandes “Lee”.

Quizás soy un soñador. Un idealista. Pero he escuchado que muchos cambios empezaron con una idea, un hombre. ¿Ustedes se sumarían a esa idea? ¿O solo seguimos los malos ejemplos?

 

Arturo Valverde
25 de enero del 2018

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