Mercado político de traiciones y agresiones

Las mentiras y engaños del marketing electoral

Los adversarios de Pedro Pablo Kuczynski argumentan que la edad del gringo juega en su contra; por el contrario, sus seguidores aseguran que es una gran ventaja, porque resulta sinónimo de experiencia, conocimientos y madurez que garantizarían seriedad en su gobierno. De juventudes tenemos malos recuerdos. El primer gobierno de Alan García fue un desastre. En 1985, el candidato García se “vendía” como “joven, guapo e inteligente”. Su carisma, desenvolvimiento, capacidad de aprendizaje e inigualable manejo de palabras lo llevaron a la presidencia con todas esas “virtudes” de político de primera línea. Aun así, con un “estadista” lleno de “bondades”, el país fue declarado inelegible por la banca internacional, quedó a la saga con veinte años de atraso y con la moral ciudadana hecha trizas.

Conservas de durazno, vacaciones y candidatos a la presidencia se “venden” como cualquier producto exhibido en escaparates virtuales y reales. Quienes fuimos vendedores, sabemos que todo se vende y todo se compra, que los bienes o servicios están a disposición de mercados domésticos e industriales, públicos y privados, corporativos e individuales. Hay mercado para todo y para todos, lo que incluye además experiencia, locuacidad, simpatía, conexiones y demás fortalezas y debilidades de las personas. En un mundo competitivo y lleno de posibilidades para quien sabe aprovecharlas, urge explotar al máximo todas las características visibles de un ADN invisible. No nos engañemos, en el mercado laboral se venden desde capacidades personales hasta rasgos físicos, nombres y en donde vive uno. Las corporaciones, grandes o pequeñas, escogen y “compran”; reclutan a quien consideran más apropiado, que no siempre es el mejor.

Los tiempos cambian y también los conceptos. Ya no hay lectores, ni pacientes, ni caseritos, ni fans de marcas, de pensamientos y de motivos. Hoy tenemos consumidores impersonales, traidores y traicionados por esa relación precio-calidad en constante competencia, por un marketing que a cada instante elucubra productos nuevos para satisfacer necesidades que ni imaginamos hoy, pero que nos harán consumir mañana. Hoy tenemos etiquetas y marcas convertidas en activos personales, dándole al consumidor imagen, distinción y clase. El mercado ya no es el de hace pocos años atrás. Grandes marcas y corporaciones están siendo arrinconadas por pequeños emprendedores que imponen sus denominaciones. Hoy, los tiempos cambian con mayor rapidez. Como dice Anuor Aguilar —académico, experto en marketing— “cada vez más, el hoy ya es demasiado tarde”. Así, entendiendo la dinámica del mercado, sabremos qué necesidades están allí para descubrirlas y satisfacerlas, antes que la competencia lo haga.

Los políticos son un “producto” que el elector elige de escaparates ruidosos y llenos de parafernalia. Sus “etiquetas” contienen información incompleta y adulterada. Casi siempre es gato la liebre envasada; compra elegida y pagada con votos que no tiene un Indecopi calificando idoneidad y ofrecimiento si el consumidor quisiera interponer queja por insatisfacción del producto comprado. No hay quien sancione al producto llamado candidato por información asimétrica; es decir, por ocultar y falsear información, por practicar demagogia, por decir y hacer pactos hasta con Satanás para ser “comprado” por lo electores.

Algunas personas verifican fabricante, contenido y fecha de vencimiento de cualquier producto de consumo masivo. Así también el elector debería escudriñar a los candidatos, ponerlos patas arriba, para ver qué moneda falsa cae de sus bolsillos, mirarlos a los ojos para saber si mienten, y si sus planes y pensamientos son volubles o volátiles.

Manuel Gago