Hacer reingeniería política

Si se hace lo mismo siempre, no se debe esperar resultados distintos. Pero la mayoría se resiste a los cambios, hasta ver las consecuencias de esa inacción. Sucede en la industria: la incorporación de nuevos métodos productivos provoca reacciones, más aún si los trabajadores no participaron en la toma de decisiones.

Con todos los buenos ejemplos nacionales, la reingeniería está en su edad madura, aplicada en la industria y el quehacer humano. La idea de “desaprender para aprender” fue introducida para eliminar conceptos y prácticas nocivas incorporados en el alma de las personas. Reingeniería es, entonces, sinónimo de eliminación de errores y la consiguiente reducción de recursos humanos y materiales. Pero sobre todo, un cambio de actitud. La reingeniería es dócil con las ideas transformadoras para bien. Habría que estar demente para hacer reingeniería para empeorar. Enmanuel Kant estableció que los conceptos mejoran grandemente los conocimientos adquiridos por la experiencia. Pero, lamentablemente, chocamos con la realidad impresentable. 200 años de independencia no aportaron gran cosa. 

El historiador cajamarquino Waldemar Espinoza, en su libro Enciclopedia Departamental de Junín, tomo I (1973), discrepa de esa independencia oficial protagonizada por ejércitos extranjeros. Su visión es distinta. La auténtica independencia surge con levantamientos aislados de pobladores andinos. ¿Existen hoy verdaderos movimientos independistas en el interior capaces de ordenar el caos imperante, o todos son fiel calco de Oscorima?

Para unos, la revolución socialista velasquista hizo intentos fallidos en siete años. Pero la secuela heredada todavía está vigente. Becas, pasantías y obras auspiciadas sirvieron para adoctrinar a la militancia bien conectada detrás de la Cortina de Hierro. Ni el segundo gobierno de don Fernando Belaunde, de Acción Popular, ni el primero del joven Alan García hicieron algo para revertir la situación. Que Belaunde devolviera los diarios incautados por los militares golpistas a sus propietarios es una interpretación desabrida de la democracia, sabiendo que el aparato estatal seguía dominado por socialistas. 

Por ese destino extraño que la vida nos depara, todo el daño ocasionado por el chino de la revolución fue puesto patas arriba por el chino Fujimori, a quien los jóvenes de hoy no conocen; y si lo conocen, saben su lado negativo. informados cuidadosamente por sus oponentes. Y así, en veinte años consentimos una vorágine autodestructiva. 

Hacer, entonces, reingeniería política es tarea urgente para evitar los asaltos del poder por los menos calificados y por quienes tienen planes concretos de destrucción de la democracia y persecución de los ideales libertarios. Pero, ¿a quién le importa? Con Jorge Salas Arenas en el JNE tendremos más de 20 partidos inscritos y otro número igual estaría en camino. El plan es atomizar el voto y llevar al país a un estado de desorden, parálisis y caos. Esas inscripciones se hacen comprando firmas. Juan Carlos Zureck llegó a la alcaldía de La Molina (Lima) regalando helados. En la calle Paruro (Lima), emporio comercial de electrónicos, se oye repetitivamente “le regalamos una gaseosa con solo presentar DNI”. Esto tiene que cambiar. La compra de firmas de inscripción conduce a la compra de votos y coacción durante las elecciones generales. 

Si más adelante se decide valientemente modificar este desastroso escenario no llamen a los mismos y a los vinculados con oenegés, menos a quienes viven de consultorías y asesorías. Llamen a los expertos de los partidos, y entre ellos que se jalen de las mechas hasta conseguir una auténtica reforma política y electoral para desterrar o apaciguar o reducir el pésimo desempeño de la política actual.

Y así como la reingeniería económica ofrece buenos resultados y es el soporte del país, ¿por qué no en la política?