Dante Bobadilla

Lima en emergencia

Lima en emergencia
Dante Bobadilla
10 de diciembre del 2015

Sobre la falta de infraestructura y de orden en nuestra capital

Cada día es un suplicio manejar por Lima. Se pierden horas atorado en el tráfico y toneladas de combustible quemadas en vano. Todo eso suman millones de dólares perdidos cada año. Además, se deteriora la salud mental y física de las personas. Sin embargo, esto a nadie parece importarle, lo cual no es nada extraño en un país acostumbrado a vivir ignorando sus problemas. Es sorprendente el desprecio absoluto de los peruanos por las obras de infraestructura. Acá pretenden cambiar la realidad a base de leyes y de burocracia, con las sempiternas comisiones de estudio, antes que con hechos y obras concretas.

Lima es un desastre. Tenemos un siglo de retraso en infraestructura urbana. Cuando en Buenos Aires corría ya su primer subterráneo, en Lima se inauguraba la Av. Arequipa, a la cual en todo este tiempo solo se le añadió solo un pasito a desnivel, cuando hoy necesita al menos siete. Somos los últimos en todo. La desidia, la mezquindad y hasta la estupidez corroe a nuestras autoridades y clase política, que más parece un hampa porque se pasan la vida insultándose, acusándose, investigándose mil veces y sacándose los ojos, antes que discutiendo las soluciones de nuestros problemas. El tren eléctrico estuvo abandonado por 25 años y tuvo volver Alan García para terminarlo porque los demás le dieron la espalda. Alejandro Toledo montó un show para tomarse fotos y prometer su culminación, pero, para variar, mintió a todos.

La cultura peruana de la desidia y el desprecio por las obras de infraestructura se manifiesta plenamente frente a cada nueva iniciativa urbana, como el bypass de 28 de julio, ante el cual se parapetó una plaga de activistas opositores que nunca faltan en ninguna obra. Siempre hay esta suerte de maldición gitana de activistas anti obra que se oponen a todo y desprecian “la cultura del cemento y el ladrillo”. ¿Se puede ser más subdesarrollado?

Otro problema serio es que nuestras autoridades no saben priorizar. Los alcaldes quieren hacer lo que les gusta y no lo que se necesita realmente. Así es como nos estamos llenando de ciclovías que nadie utiliza. Ni el 1% de la población emplea bicicleta pero nuestra ciudad se ha llenado de ciclovías solo porque les resulta encantador y acorde con la moda ecológica. Para colmo, en una ciudad que sufre estrechez de vías las han recortado para darles paso a las ciclovías. Y no cualquier vía, ¡las principales! Así vemos que la principal avenida de Miraflores, la Av. Larco, ha sido recortada para abrir una ciclovía que solo sirve a 4 gatos domingueros. Y lo mismo pasa en la Av. Dos de Mayo en San Isidro donde ya es imposible transitar. Esta plaga de ciclovías fantasmales se hacen sin ningún criterio técnico y donde mejor les place a los alcaldes.

Es hora de declarar Lima en emergencia dotándola con los recursos para emprender con urgencia una gran red de obras viales que logre colocar a la ciudad capital a la altura de los tiempos, enfrentando los problemas de la modernidad. No es posible que padezcamos este calvario diario sin que nadie reaccione. Necesitamos con urgencia varios viaductos elevados y pasos a desnivel. Hay que hacerlo ya a la fuerza, porque acá no se hace ni lo mínimo, como racionalizar el número de buses de transporte público que pasan por una misma vía, retirar las unidades con más de 15 años de antigüedad, reducir el número exorbitante de taxis y eliminar definitivamente las combis. ¡Pero ni eso! Es increíble.

Para el centenario de la independencia el presidente Leguía remozó la ciudad de Lima con diversas obras, poniéndola un poco más acorde con los tiempos. Sería necesario que los candidatos presidenciales se comprometan a liderar la modernización de Lima para recibir el bicentenario con una ciudad menos caótica y subdesarrollada. Hay que asumir ese reto. Me comprometo a votar por ese candidato.

Por: Dante Bobadilla

Dante Bobadilla
10 de diciembre del 2015

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