Manuel Gago

Liderazgos de baja intensidad

Liderazgos de baja intensidad
Manuel Gago
14 de septiembre del 2015

Sobre la debilidad institucional de nuestro país y la agenda del 2016

Los recientes desafíos de la población contra la ineptitud del gobierno por no proveer la seguridad que reclama, ponen otra vez en duda la institucionalidad. Las debilidades del sistema, sin fortalezas que se puedan elogiar, hacen de la vida nacional una pesadilla hasta por razones tan absurdas como una copia de DNI con firma de notario que dicen se venció y que ya no es útil para los registros de la burocracia. No hay pilar que quede firme en un Perú enredado en agendas, granadas y estados de inamovilidad militar.

El descontento es abrumador contra un Poder Judicial por cuyo desempeño no hay quien ponga el pecho; porque, de manera insólita, descalifica a los llamados “petroaudios” como prueba. Así, las agendas de Nadine acabarían en el basurero y no habrá certeza legal de la lluvia de millones que allí se anotan.

El Congreso claudica a cada rato en su rol de dirigente, sin ser luz en medio de la oscuridad popular, ni verbo que actúe sin necesidad de una turba bloqueando carreteras o de una madre llorosa rogando por justicia y protección, pidiendo a gritos que alguien la represente en las esferas del poder, que alguien que toma decisiones pueda hacer suyo su pedido.

Las buenas intenciones de una ley bien elaborada no resolverán nada. Cada vez que una ley reciente es anunciada, quienes saben más nos dicen que esa ley ya existe y que ha sido olvidada porque no se cumple. Para abultar el desempeño parlamentario, cualquier cosa se convierte en ley.

Hace falta algo más que un discurso, algo que penetre y se quede en el sentir popular. Hernando de Soto, en El Otro Sendero, dice que los ímpetus de los informales fueron capaces de promover mucho más de lo que el Estado y los sectores formales pudieron hacer. Invirtieron en comercio, industria y construcción sin mayor conocimiento, sin diplomados, sin ser parte de ninguna confederación de empresarios, sin viajar por el mundo para observar las bondades del primer mundo, sin el apoyo del gobierno, sin un lobby que los apalanque, sin préstamos ni transacciones bancarias, sin traje de etiqueta ni etiquetas, sin apariencia de ilustrado o exitoso emprendedor. Nada. Sólo con la pilcha de quien suda sus frejoles diarios.

Hace falta un motivo contagioso, unas ganas convertidas en viral que se propaguen sin límites, sin que nadie los detenga. Hace falta quien diga este es el camino que costará sangre, sudor y lágrimas, porque aquí todo se quiere fácil, sin mayor esfuerzo y sacrificio. Hace falta una verdad con ganas, no por votos, ni para que los cholitos se la crean por un kilo de arroz.

La serranía no cree que por defender la institucionalidad deba dejarse golpear y robar por los delincuentes. No cree en formalidades construidas de retazo en retazo. Duda, desconfía y teme. Ya fue engañada, ya usaron sus votos a cambio de frustraciones. No cree en las leyes. Se burla de ellas. Le dicen que es delito bloquear la calle y lo hace para hacerse oír. Le dicen que la coima es corrupción y lo hace para sobrevivir. Se organiza en comités de luchas y frentes ciudadanos porque los partidos nacionales no penetran, porque liderazgos hay como la democracia: de baja intensidad.

 

Por eso, el 2016 será un futuro convertido en pasado.  

 

Por: Manuel Gago   

 

Manuel Gago
14 de septiembre del 2015

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