Guillermo Vidalón

La mercantilista Odebrecht

Odebrecht representa el poder absoluto y la corrupción continental

La mercantilista Odebrecht
Guillermo Vidalón
07 de marzo del 2018

 

A la luz de los acontecimientos, lo que queda en claro es que la constructora Odebrecht no cree en el libre mercado, en la competencia que estimula la creatividad, en la mejor calidad del producto o en el servicio al mejor precio en beneficio del cliente. Odebrecht, prefiere los mercados cerrados y aparentar competir en libertad de oportunidades con otras constructoras.

Al parecer, el diseño para que las constructoras brasileñas se hagan cargo de las mayores obras de infraestructura en América Latina y África, principalmente, fue concebido por Inácio Lula Da Silva, el paradigma de los políticos de izquierda, el obrero que saltó hasta la primera magistratura del gigante sudamericano. Para Lula fue fácil lograrlo: acostumbrado al cabildeo en el mundillo de las izquierdas, siempre fue consciente de que todo se compra y todo se vende.

En el caso peruano no importaba el espectro político en el que se encontrara el candidato, desde la derecha más desembozada hasta las izquierdas más recalcitrantes. Odebrecht apostaba a ganador, compraba más “huachitos” de quienes habían logrado mayores opciones de triunfo electoral. Lo cierto es que su firma tendría las de ganar en las próximas licitaciones, y que las adendas que se presentarán a sus contratos serían aprobadas sin mayor observación.

Lo cierto es que Odebrecht ganaría por angas o por mangas. Por supuesto, la sobrevaloración en el costo de las obras significaba una mayor erosión al erario nacional. Es decir, los impuestos que usted y nosotros pagamos, servían para solventar las mayores utilidades de la firma.

Odebrecht representa el poder absoluto, “todo para mis amigos”; pero sucede que efectivamente eliminó la segunda parte del dicho —“nada para mis enemigos”— porque no le resultaba funcional. A los “enemigos” los eliminó mediante la incorporación en la estrategia de corrupción continental jamás antes vista.

Recuerde que las izquierdas siempre han hablado del partido único, del politburó y del comando unificado. Bueno pues, el ejercicio tropicalizado de la zamba política brasileña es eso mismo. Cambió en sus formas, pero lo que buscaba es una dirección única, poder centralizado que trabaja en provecho propio y mantiene en la marginación y el desconocimiento a amplios sectores de la población, a los que su discurso público dice apoyar.

Política y negocios es lo que realmente se trató en los Foros Sociales Mundiales y en sus eventos preparatorios, auspiciados por el Partido de los Trabajadores de Brasil. Lo demás fue engaña muchachos, fuegos artificiales para transmitir que existe un legítimo interés en temas de relevancia mundial. Si bien es cierto, la política siempre ha estado cercana a los negocios, lo preocupante son los niveles de distorsión a los que se ha llegado, en los que los negocios terminan por engullir las ambiciones de toda la clase política.

Salir del hoyo es el desafío. Y reiterar que el liberalismo como opción política es más ético, porque se sostiene en la pluralidad de agentes económicos que compiten entre sí. Y porque esa pluralidad requiere de la institucionalidad democrática para consolidarse.

 

Guillermo Vidalón
07 de marzo del 2018

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