Eduardo Zapata

Formato Reality y discurso político

Formato Reality y discurso político
Eduardo Zapata
12 de junio del 2014

Los peligros de tratar al pueblo como personaje descartable

Como sabemos, los realities son un éxito en la TV. Un género que desdibuja fronteras entre la realidad y la ficción parece estar satisfaciendo audiencias de todos los niveles sociales.

Como me lo decía un agudo y viejo analista extranjero de la política peruana: “A su mare, ustedes han pasado del (casi) sendero luminoso de Mariátegui de los 80 a Combate, Esto es guerra, Al fondo hay sitio, Combate. Y ahora último a la mediáticamente explotable lucha entre santos impolutos y corruptos.”

El día de la juramentación del Gabinete Cornejo, podría haberse dado la impresión inicial de que empezaría un nuevo discurso político desde el Gobierno. Meritocrático y reformista en profundidad para la exportación. Sin embargo, rápidas sombras sobre la propia figura del Primer Ministro, sospechas sobre la imparcialidad de algún otro (y la ambigüedad política de siempre) oscurecieron pronto el panorama. Aparecieron algunos nuevos personajes-, pero al parecer nuevamente como parte de un reality. ¿Producido y dirigido por alguien que ha estudiado comunicaciones, pero a quien también parece gustarle la actuación?

Cuando es difícil recobrar la confianza basándose en la correspondencia entre palabra y realidad, constituye una estrategia de comunicación política confundir y alternar, precisamente, realidad con ficción. Y buscar simplemente picos de rating político, primeros planos o confianzas emocionales transitorias. A diferencia de los realities televisivos, en la política premios y regalos serían reemplazados por el asistencialismo de los programas sociales. A incrementarse conforme se acerquen las elecciones.

Pero hay un problema de fondo. Con implicancias aún éticas. Pues en un reality se busca reforzar artificialmente la interactividad entre el discurso televisivo (en nuestro caso, político) y el espectador, y qué duda cabe de que esto podría alcanzarse presentando al pueblo mismo como protagónico en medio de manifestaciones o repartos masivos de dádivas . El asunto es, sin embargo, que una de las mayores críticas a los realities es aquella de tratar a los participantes como personajes descartables.

Los personajes descartables de los realities en los Estados Unidos han requerido atención psicológica y aun psiquiátrica especializada. Allí están los programas de la organización AfterTVCare, que han tratado a más de 800 descartables. Si el reality –como todos- se desgasta ¿será posible (y cuáles serían las consecuencias de ello) atender especializadamente a todo un pueblo que exige ciudadanía y que podría empezar a sentirse tratado más bien como personaje descartable?

Solemos hablar de conflictos sociales, de violencia y aun de subversión. Todos ellos problemas ciertamente preocupantes. Pero poca atención prestamos a un concepto matriz que es aquel de auto-subversión de Estado. Esta auto-subversión ocurre cuando se produce la concentración de poderes, la usurpación de funciones y el imperio de la arbitrariedad discrecional por parte del Estado. Cuando esa clase de subversión se produce, el ciudadano no percibe instrucción social y se abren las puertas para cualquier otro tipo de subversión.

¿Es el formato del reality político un candado para la auto-subversión estatal o más bien un alimento de ella?

Por Eduardo Zapata

Eduardo Zapata
12 de junio del 2014

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