Jorge Morelli

“Es la economía, estúpido”

“Es la economía, estúpido”
Jorge Morelli
14 de enero del 2015

Reflexiones sobre la violencia que generan las masivas migraciones a Europa.                    

La violencia terrorista en Europa no es la tercera guerra mundial. Pero el hecho de que Putin y Xi Jinping estuvieran ausentes de la marcha de París, encabezada por Hollande y Angela Merkel, inclusive la ausencia de Barack Obama, significa algo y parece enviar alguna clase de mensaje.

Ese mensaje es que la solidaridad de EEUU, de Rusia y de China contra el terrorismo está descontada, pero también que Europa es el responsable político de los migrantes en su territorio. La violencia social que genera la masiva migración a las ciudades de Europa occidental es un problema al que no se le puede seguir dando la espalda, como si nadie supiera qué hacer al respecto, como si no fuera un problema económico y político que debe ser abordado.

La cuestión tiene que ver con la definición misma de la política económica para el desarrollo. La primera pregunta es a qué se debe la migración masiva a Europa, no solo musulmana, sino asiática y africana en general. Asia y Africa representan el 75 por ciento de la población del planeta (y Europa apenas el 11 por ciento). Las migraciones se comportan siempre igual que la presión atmosférica, van hacia las regiones de mayor prosperidad y libertad individual desde regiones más pobres y menos libres. Por siglos, grandes imperios de la antiguedad fracasaron en la construcción de murallas para mantener fuera a los bárbaros. Y han fracasado igualmente las economías centralmente planificadas que por décadas construyeron muros para mantener a sus poblaciones secuestradas, muros construidos por los propios bárbaros.

Hoy, la política de seguridad pública de Europa Occidental estriba en regular la migración a sus territorios, pero no con medidas policiales -los muros siempre serán ineficaces-, sino con políticas económicas para las regiones que expulsan población. Y la lección de la década es que el desarrollo de la periferia no se consigue con transferencias masivas de recursos públicos. Esos programas no son sino tiendas de oxígeno que no pueden reemplazar la atmósfera de una economía libre que respirar. Tales programas han alimentado la corrupción. La fracasada experiencia de la masiva transferencia de recursos de la Unión Europea desde las economías más ricas a las más pobres, en la idea errada de financiar la “convergencia” de las segundas con las primeras, produjo la quiebra de Europa.

No sirve transferir recursos en lugar de comprar lo que la periferia produce. A la caída del Muro de Berlín, la Unión Europea se esforzó por incorporar a cuantos Estados de Europa oriental pudo. Fue en esto incluso más allá de lo que podía procesar. Aún hoy no parece consciente, en cambio, de que sus políticas de seguridad alimentaria, orientadas al autoabastecimiento, basadas en masivos subsidios agrícolas, dejan a las poblaciones de la periferia sin nada que venderle. Esa política le cuesta al contribuyente europeo más de 65 mil millones de dólares cada año. Equivale al 50% del presupuesto de la Unión Europea. Se ha acordado reformarla, pero esa reforma viene fracasando. La política incuba, entonces, lenta pero inexorablemente, que el productor de la periferia tome la decisión de migrar dentro de los muros de la Unión Europea. No tiene nada que perder. Si no puede ser un ciudadano en su patria, le da lo mismo ser un paria en patria ajena.

El malestar que origina la xenofobia en las ciudades europeas tiene, pues, que ver con el Islam -o con cualquier otra convicción religiosa- solo como pretexto para el rechazo de una situación económica insoportable para todos, población migrante y local. El malestar de los migrantes se debe a la informalidad a la que se ven marginados, el de la población local a la presencia masiva de migrantes dispuestos a quitarles los empleos por la mitad de un salario. El malestar es de todos en las ciudades europeas, como en las de Norteamérica, que las nuevas políticas de migraciones tratan de resolver hasta hoy sin éxito. Las convicciones religiosas son el pretexto que el terrorismo aprovecha para difundir su prédica ideológica en los ghettos urbanos de Europa.

“Es la guerra santa, idiotas”, la frase magistralmente plasmada por Arturo Pérez Reverte muestra el impacto de la intolerancia política, que necesita ser tomada en serio y sopesada en su exacta dimensión. Pero ella tiene su reverso -su sustrato económico, si se quiere- en esa otra frase tan norteamericana que expresa con impaciencia la otra cara de la moneda: “es la economía, estúpido”.

Por Jorge Morelli (@jorgemorelli1)

14 - Ene - 2015

Jorge Morelli
14 de enero del 2015

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