Donald Trump enfría el tema del cambio climático

Le bastaría con no aportar al Fondo Verde del Clima (GCF)

La semana pasada mi columna era una suerte de calentamiento, obviamente no climático, antes de retomar de manera más sistemática el ejercicio de la escritura. Desde hace una semana las declaraciones se multiplican, pues los climastrólogos tratan de salvar su fiesta en Marrakech, con todos los gastos pagados por los contribuyentes. Pero al final, mientras unos se la pasan bronceando entre los palmeros, otro trabaja y no pierde tiempo, como vamos a ver. 

Lo bueno de Donald J. Trump es que, dada su consideración al respecto, tiene numerosas maneras de enfriar un poco el tema del cambio climático. Si bien todos hablan de la primera —es decir, salir del Acuerdo de París— no estoy convencido de que sea la que escogerá. En efecto, a la lectura del acuerdo, una “salida” sería posible efectivamente solo en cuatro años (no entraré en los detalles del artículo 28 por el momento), lo que en término de calendario sería perfecto, fíjense, para propulsar su candidatura para un segundo mandato. A este nivel los más “demócratas” de mis detractores están al borde de la apoplejía, pero lo mejor está por venir.

Me inclino, en efecto, por la segunda: la procrastinación. Una palabra un poco extraña para quien no habla latín, pero que consiste básicamente en… ¡no hacer nada! Y eso es todo el encanto de un acuerdo no vinculante. En efecto, a fin de asegurar la pomposa fiesta en París (COP21) y para poder ser firmado por Obama sin la aprobación del Congreso de EE.UU., el acuerdo no podía ser vinculante (en particular para EE.UU.). Basta entonces para el Sr. Trump con no aportar al Fondo Verde del Clima (GCF, por sus siglas en inglés), nadie podrá hacer nada. Y eso ya es un golpe duro para todos los los parásitos que esconden mal su esperanza de poder gastar la plata de los demás en proyectos inútiles.

Pero el nuevo POTUS electo podría dar otra señal importante, como nombrar un “realista del clima” en su equipo de transición y, quién sabe, a la cabeza de la agencia de protección del ambiente (EPA, por sus siglas en inglés) de EE.UU. Adivinen ¿qué? Lo hizo… ¡apenas tres días después de las elecciones! (los chirridos de desaprobación en castellano están aquí en mi medio de propaganda favorito). En un próximo artículo les comentaré lo que esta nominación puede traer como efectos positivos importantes en término de ciencia en general y del clima en particular.

Y mientras paso por el aguafiestas de los calentálogos, aprovecho para indicarles que lo que hará el Sr. Trump podría tener un efecto “dominó”. Se piensa inmediatamente que China se había comprometida a no hacer nada hasta 2030 y… ¡podría muy bien cumplir con su promesa! También se puede pensar en otros países, como India, Rusia, Canadá, Australia, etc. Salvo que venga, azar del calendario (¡asumo!), de Alemania que, antes de llegar a Marruecos, anunció recortar los objetivos de reducción de emisión de CO2 de sus industrias en su plan de acción contra el cambio climático.

No podría terminar esta columna sin precisar que a veces las buenas noticias llegan en six-pack.Es así que, derrumbando una vez más el mito malthusiano del “peakoil”, aprendimos esta semana que se encontró en Texas un yacimiento de petróleo que podría ser el más grande de América. Con el nuevo presidente, nada deja pensar que se quedara en el suelo.

Tantas buenas noticias parecen haber hecho perder la cabeza al pobre Leonardo DiCaprio, el chico designado “embajador” del clima por la ONU y tan preocupado por el aumento del nivel del mar que, a forma de inversión a largo plazo, compró… ¡una isla!

Vincent Dumontier