Una dacha para Manuel

Una mirada a los acuerdos de la COP21 celebrada en París

La ventaja de redactar columnas de manera casi semanal es que uno puede darse el tiempo de la reflexión y el análisis. Los más sarcásticos -pero saben que no es mi estilo- dirán que tal vez el problema de algunos periodistas es el uso del órgano idóneo para realizar dichos análisis y reflexión. Obviamente estar amarrado a la actualidad – o tratar de sacar provecho del alarmismo - incluye la desventaja de hacer grandes anuncios en un momento y poco después, casi de inmediato, tener que dar unos pasos discretos hacia atrás.

Tal es el caso de mi periódico favorito que el sábado 12 de diciembre anunció dixit: “HISTÓRICO: Aprueban acuerdo climático de París en COP21”. Tal cual en negrita y con mayúscula, como si esto hubiera sido una sorpresa o algo importante. No quiero ser aguafiestas, pero ya había anunciado - incluso antes que empiece el Circo Organizado en Paris - que los organizadores harían tal anuncio. Esto hubiera tenido que invitar a la prudencia a los periodistas para evitar encontrarse de nuevo en la penosa situación de relativizar a los pocos días dicho anuncio.

Me encanta que los planes salgan bien, pero en París parece que todo sobrepasó mis expectativas. Primero, si lo recuerdan, el acuerdo, para ser considerado un logro, debería ser legalmente vinculante. Y NO lo es, ¡punto! Más aún, mediante su artículo 28 se estableció la posibilidad para cualquier “Parte” (léase país) pueda apartarse del acuerdo. Así, se indica que: “Cualquiera de las Partes podrá denunciar el presente Acuerdo mediante notificación por escrito al Depositario en cualquier momento después de que hayan transcurrido tres años a partir de la fecha de entrada en vigor del Acuerdo para esa Parte”. Pero hay un único punto positivo para los alarmistas: ya están en la agenda las próximas COP 22, 23 y 24… y lo más seguro es que todas serán consideradas ”la última oportunidad” para salvar el planeta.

Otro aspecto importante es que si bien el acuerdo apunta a no incrementar más de dos grados la temperatura del planeta - e incluso  no pasar de 1.5 grados (objetivo fácilmente alcanzable si se mantiene la evolución actual de temperatura) – NO se fijó ninguna acción específica para limitar la emisión de CO2, ni tampoco ninguna de financiamiento del “fondo verde”. Estos aspectos fueron dejados a la apreciación de las Partes, mediante sus compromisos nacionales.

Además, para hablar de temas más folklóricos, tampoco se acordó nada en cuanto a la creación de un tribunal climático internacional y menos aún se concretó la voluntad chavista de “acabar con el capitalismo…”

Al fin y al cabo, si quieren darse cuenta de la distancia abismal que separa el “supuesto acuerdo histórico” de las expectativas de los idiotas útiles y otros ecologistas radicales, pueden leer este artículo o tomar conocimiento de la entrevista original a uno de los más radicales climastrólogos mencionados por El Comercio.

Si hablo de idiotas útiles es porque tal vez así es como los dirigentes de India y China perciben al resto del mundo. En efecto, mientras los indios se felicitan de poder duplicar su número de central a carbón, los chinos festejan que seguirán abriendo más centrales hasta al menos el año 2030… y, ¡parece que Japón y Corea del Sur quieren participar de la fiesta también!

¿Y para Perú? se preguntarán. Bueno, al menos con la devoción que ha mostrado en estos 2 o 3 últimos años, nuestro ministro del Ambiente se ha asegurado su reconversión como apparatchik en alguna de las instancias de la ONU. Ojalá que la población peruana no tenga que pagar el costo de su dacha.

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Por: Vincent Dumortier