Hugo Neira

¿Del tío Sam al tío Lula?

El imperialismo del siglo XXI

¿Del tío Sam al tío Lula?
Hugo Neira
29 de enero del 2018

 

¿Qué pasó con Lula? Cuando los brasileños que habitan São Paulo pasan por la playa Asturias, una de las más concurridas, levantan la cabeza para tratar de ubicar un departamento, un tríplex no muy grande, de 297 m2, en un edificio de 18 pisos. La vista sobre el mar es espléndida. Le llaman el “edificio de Lula”. Sonríen o maldicen, según la ideología de cada quien. Alguna vez me lo enseñaron amigos brasileños. Claro está, no vi el departamento por dentro, pero sÍ observé el contorno. Me explicaron que ese balneario estaba en decadencia, pero que por ahí vivían famosos. Y por ahí, el departamento de Neymar. Al irnos reparé en un puesto de helados y de sándwiches que llamaban “Lula Lanches”. Hoy, como sabemos, la Fiscalía lo acusa de haberlo adquirido con el soborno de la constructora OAS. Lula tiene además otro seis procesos.

Ahora bien, lo que me sorprende son las opiniones que, dada la condena por corrupción de Lula a 12 años de prisión, pasan a una demolición completa del exmandatario. No piense el amable lector que voy a defender a Lula, pero sí a la verdad. No saben discernir entre una cosa y la otra.

Lo que ocurrió bajo el gobierno de Lula da Silva son hechos reconocidos por todo aquel que objetivamente busque qué es lo real. Con Lula unos 35 millones de brasileños pasaron de la clase pobre a la clase media, tras sus dos gobiernos, del 2003 al 2010. La CEPAL indica que los empleos logrados eran con empresas privadas. Es decir, no era una salida (falsa) de la pobreza al estilo de Hugo Chávez, con subsidios. Fue así cómo Brasil vio pasar sus clases medias del 38% al 53%. Sería largo explicar qué fue la “Bolsa Familia” (para aquellas sin posibilidad de entrar al mundo laboral) y el aumento de los salarios, eso que no les gusta a nuestros liberales. En fin, si tiene desconfianza de lo que digo, consulte las revistas de la CEPAL (abril 2013). Se aplicó, para ese enfoque, la partición de las clases sociales por la ubicación en la distribución del ingreso, con la formula siguiente: (T-G)µ/m. G es el coeficiente de Gini, y T es la distancia promedio de las otras clases. Y µ y m son el ingreso per cápita familiar.

Lula, el obrero y sindicalista, el principal organizador de huelgas en los años que hubo feroces dictaduras militares en Brasil, fundador del partido con mayor votantes —el Partido de los Trabajadores—, fue el constante candidato presidencial de los pobres: en 1989, 1994, 1998, hasta que en el 2002 pudo obtener la victoria. La vez primera que un obrero llegaba al poder en Brasil. Y acaso, me atrevo a decirlo, en el mundo entero. ¿Qué pasó, entonces? La respuesta más fácil es que sucumbió a la tentación. Pero las cosas no son tan sencillas. Al amable lector le voy a pedir un poco de paciencia.

Descartemos el argumento frívolo y consumista. A Lula no lo procesan porque se hayan encontrado sus agendas y compras lujosas con tarjeta ajena. Lula es un político duro. Es un político brasileño. Y Brasil, como dicen los brasileños, “es grande”. Desde sus inicios, fue distinto de todo el resto de la América española (de la que formamos parte, hasta 1821). Ellos vienen de la América lusitana. Lo siento, pero es necesaria una sucinta explicación histórica. Cuando las tropas napoleónicas ocuparon Portugal, el príncipe regente, Dom João, decidió refugiarse en Brasil. Y en 1816 a Dom João se le ocurre una descolonización desde la colonia, y pide a Portugal su autonomía. Y cuando le dicen, por muy príncipe que fuera, que volviera, responde con algo extraordinario, O dia do Fico. O sea, yo me quedo. Hasta ahora lo celebran. Y en 1822, don Pedro declara la Independencia. Sin pegar un tiro. Las guerras de la Independencia —con Bolívar, San Martín y los caudillos— nos dejaron a todos empobrecidos. Hasta que aparece el guano. Brasil ya era un Estado moderno y enorme.

Esto lo he dicho anteriormente. “Al irse la Corte a Brasil, desembarcaron unos 400 sabios, gente de la Ilustración. Acaso por eso, la América posportuguesa guardó su unidad, mientras la que hablaba castellano se hizo trizas en Estados medianos y liliputienses. ¿Sabe que de 1965 a 1985 al Brasil lo gobiernan generales y mariscales: Castelo Branco, Costa Silva, Garrastazú Medici, Geisel y Sarney? Cinco Velasco, con una diferencia: se dieron el lujo de tener Congreso. Bajo la autocracia militar que ocupaba el Ejecutivo, hubo política bipartidista, opositores y ARENA gobiernista, que era mayoría. Tras ese ciclo de crecimiento, Brasil es ‘potencia emergente’” (La República, 19.05.2011) En el continente son dos. La otra es México.

Aterricemos. El Lula hábil, estadista, y el Lula vinculado a Odebrecht son el mismo. Amigo lector, póngase las pilas. Uno de los más célebres estudios sobre los Estados Unidos es La république impériale, de Raymond Aron. O sea, se puede ser un político que se ocupa de su pueblo por patriotismo, y a la vez impulsar una política exterior agresiva y dominadora. Lula es consciente de la silente captura de varios países latinoamericanos tras invertir mucho dinero en sus corruptas clases políticas. Lula, entonces, ¿gran presidente y a la vez imperialista? Perfectamente, una “política de Estado”, lo ha dicho hasta el patriarca Odebrecht. ¡El triunfo del cinismo!

¿Brasil? PBI: 2,416 billones de dólares. Argentina: 537. Chile: 258. Perú: 202. Bolivia: 33. O sea, dentro de Brasil caben cuatro a cinco Argentinas, unos nueve Chiles, unos doce Perús y unas 73 Bolivias. En este siglo de geopolítica, Brasil, desde una izquierda imperial ha emprendido la dominación de países vecinos desde sus clases políticas frívolas o ineptas.

 

Hugo Neira
29 de enero del 2018

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