Cuidado con la confusión ideológica

Sobre cómo el estatismo crea atraso y pobreza.

En el Perú, cuando las autoridades de gobierno se dejaron llevar por la ideologización, pensando que podrían cambiar la realidad en función a sus particulares puntos de vista, el resultado siempre fue peor de lo esperado. Mayor empobrecimiento del país y, finalmente, mayor conflictividad social que se expresó violentamente.

Entre los años 1968 y 1975, el país fue gobernado por una Junta Militar presidida por el General Juan Velasco Alvarado, quien llevó a cabo medidas populistas que fueron recibidas con gran beneplácito por algunos sectores populares. Sin embargo la historia se encargó de demostrar que el entusiasmo fue pasajero y, al cabo de algunos años, hubo que desmontar dichas acciones que representaron grandes pérdidas económicas para el Perú.

El ejemplo más emblemático lo constituyó la denominada Reforma Agraria, las ex haciendas fueron confiscadas y sus propietarios despojados de sus tierras –a los cuales aún no se les paga-, por ley las tierras fueron parceladas y las rentables unidades productivas del pasado quebraron.  La ideología se impuso y se cerraron las puertas del entendimiento para dar paso al  minifundio, el cual siguió un rumbo contrario al de la historia. En la actualidad, la tenencia de tierras de los complejos agroindustriales es mucho mayor y la preocupación social por el antiguo trabajador del campo solo pudo ser asumida en su integridad cuando la productividad se elevó como consecuencia de la demanda internacional de la nueva producción agraria.

Lo más lamentable de la etapa de ideologización -que primó en esos años- es que sus efectos todavía influyen en algunos cenáculos de las fuerzas armadas, afortunadamente, cada vez con menor predicamento. Escuchar que alguien califique de “gran patriota”  a quien incrementó sustancialmente la deuda pública, quebró el campo, adquirió empresas que luego tuvieron que ser privatizadas por los enormes déficit que acarreaban al erario nacional, es una muestra de que la historia viene siendo contada parcialmente y se privilegia la emoción a la razón.

Destinar tiempo para analizar las motivaciones que confrontó el general Velasco antes de impulsar las medidas que implementó resulta fatuo.  Lo cierto es que no tuvo éxito y seis meses antes de su derrocamiento enfrentó una huelga policial que fue aprovechada para desatar actos vandálicos y delictivos en el centro de la ciudad de Lima.

Pocos meses después fue destituido por otro general de su entorno, Francisco Morales Bermúdez (29 de agosto de 1975).  Desde entonces, el gobierno militar se batió en una retirada desordenada y desconcertada por la movilización social que terminó arrinconándolo hasta que convocó a una Asamblea Constituyente para redactar la Constitución de 1979.

Este documento representó la transacción entre la junta militar y los políticos de entonces para recuperar la democracia.  La Constitución de 1979 consignó las reformas de la revolución militar y, aun estando los militares alejados del poder, dicho documento siguió atando de manos a las fuerzas creativas de la sociedad peruana porque consagraba el principio de que el Estado mantenía el control de las principales actividades económicas.

En esta circunstancia de crisis económica, desconcierto por falta de liderazgo y confusión ideológica, es que surgen los movimientos terroristas más violentos de la historia del Perú.  La ideologización ha sido tan nefasta para la historia del Perú, que no sólo perdimos 22 años entre 1968 y 1990, sino que parece que hemos perdido otros 10 años por las idas y venidas entre el 2001 y el 2006 y el 2011 y el 2016.

El último año de gobierno, las oposiciones suelen ser más condescendiente, afirmando que “a quien se va, puente de plata”.  Ojalá haya plata suficiente para construir el puente.

Por: Guillermo Vidalón del Pino

22 – Julio – 2015