Convicción para desarrollar el Perú

¿Es razonable oponerse a una actividad en la que somos un país competitivo?         

Nuestro territorio representa una gran oportunidad para alcanzar el desarrollo. Si bien el bienestar es una condición subjetiva, el desarrollo es una condición objetiva medible que se alcanza en comparación con otros países. Unos son más industrializados que otros pero todos basan su desarrollo en el aprovechamiento racional de las potencialidades de sus respectivos territorios.

¿Cuáles son las potencialidades del Perú? Su herencia cultural y su industria extractiva, principalmente. Dentro de la herencia cultural tenemos todo aquello que nos legaron los antiguos peruanos y que trasciende hasta la actualidad, como la cocina peruana, que basa su diversidad en las innumerables variedades de frutos, semillas, tubérculos, verduras, carnes, originarias o traídas de fuera.

Volviendo a la industria extractiva, en el mar de Grau se desarrollan la pesca artesanal y la industrial, sujetas al fenómeno climatológico de “El Niño” o “La Niña”. En el primero la temperatura de las aguas se incrementa en el norte en perjuicio de la pesca industrial; en el segundo las aguas se enfrían y disminuye la evaporación. Por consiguiente, los ingresos que genera la pesca están sujetos al clima, al igual que la agricultura.

En cambio, los yacimientos mineros están en todo el territorio. Explotarlos permite absorber mejor el impacto de los fenómenos climatológicos, y un manejo eficiente de la minería es rentable más allá de la variable precio, que depende del mercado internacional.

¿Qué debería hacer nuestro país, que aún tiene muchas brechas por cerrar? Orientar sus esfuerzos a aprovechar lo más confiable y seguro y evitar los mayores riesgos. Todos queremos competir con los países similares al nuestro y disfrutar de niveles de bienestar comparables con los del primer mundo, pero ello se logrará solo cuando tengamos infraestructuras y servicios de calidad.

Hemos empezado a remontar la calidad de la educación pública, pero aún tenemos escuelas precarias y maestros que deben reforzar sus competencias para lograr un mejor  aprendizaje de sus alumnos. Algo similar ocurre con los institutos técnicos y las universidades. Sin centros de enseñanza competitivos es casi imposible crear e innovar, o comprender e incorporar los avances tecnológicos del mundo. Mucho menos podremos competir un mundo donde el conocimiento es hoy el principal activo y garantía de crecimiento y sostenibilidad futura.

Igual sucede con los servicios de salud y la infraestructura pública. Para estar mejor atendidos y tener industrias competitivas se requiere financiar el costo de la educación y la salud. Las industrias necesitan infraestructura básica para desarrollarse: carreteras, caminos, puertos, aeropuertos, sistemas de telecomunicaciones, energía eléctrica, etc.

Queremos desarrollo, bienestar, orden y seguridad, sin embargo, olvidamos que la gran informalidad existente no contribuye al sostenimiento del Estado, pero demanda y requiere servicios.  ¿Cómo logramos lo uno y lo otro?

Fortaleciendo aquello en lo que somos más competitivos, tenemos mayor experiencia y aún hay un gran trecho por aprovechar. Ese camino es el de la minería. El Perú ocupa el octavo lugar entre los países con mayor disponibilidad de agua del mundo, podría más que duplicar sus ingresos provenientes de su producción minera si tuviese un norte claro y una convicción gubernamental que le diga al país, “hoy por hoy, la minería es la mejor opción de desarrollo que tenemos; nos permitirá construir el camino del futuro, nos dará los recursos humanos y materiales para hacerlo realidad”. ¿Es entonces razonable oponerse al desarrollo de la actividad minera?

Por: Guillermo Vidalón del Pino
15 - Abr - 2015