Manuel Gago

Construcción: el ejemplo de la Gran Depresión norteamericana

Construcción: el ejemplo de la Gran Depresión norteamericana
Manuel Gago
17 de abril del 2017

Para comprobar de qué madera está hecho PPK

Si se sigue haciendo lo mismo —de manera pachochuda y atados a los legalismos y formalismos, sin apelar a la oportunidad— ya se sabe cuáles serán los resultados. Se volverá a caer en el mismo hoyo repleto de corrupción y mediocridad, con una extensa relación de ausencias y deficiencias para las lamentaciones permanentes. Refiriéndose a las ayudas sociales, Peter Drucker (maestro de la administración moderna) decía que el dinero no es el problema, sino el conocimiento. Dice además, que si la población no es educada convenientemente para la ayuda que recibirá, todos los esfuerzos serán en vano; es decir, no cumplirán su cometido por no lograr los resultados esperados y, por el contrario, se agravará la situación.

La Gran Depresión norteamericana sería el mejor ejemplo de construcción que movilizó a la población que, finalmente, es la que goza de los bienes y servicios que el país le otorga. Franklin D. Roosevelt fue elegido presidente en el peor momento de ese episodio histórico, cuando “la ruina total parecía inminente”. Sabía que la infraestructura nacional era escasa y que miles de jóvenes estaban desocupados y eran a su vez víctimas de la desesperanza, contagiados por sus padres que lo perdían todo. Roosevelt alentó a la gente. No se le ocurrió mejor idea que apelar a la conciencia ciudadana avivando esperanzas, levantando su moral, afirmando su dignidad. No podían seguir vencidos y estancados en el abandono.

Roosevelt hizo que muchos de esos jóvenes desocupados se unieran a un contingente dispuesto a ser parte de la recuperación de su país, satisfechos con su trabajo a cambio de un plato de comida, una cama para descansar y un mínimo en efectivo que se les entregaba a sus padres para que pudieran paliar la situación crítica. Esos jóvenes fueron animados para ser parte de la solución y fueron los protagonistas de la gran edificación nacional, por intermedio de la Public Works Administration (PWA), organismo creado por Roosevelt para contener esa Gran Depresión nacional. Se construyeron puentes, puertos e innumerables obras públicas que los ingenieros proyectaron para los años venideros y que todavía siguen siendo útiles. Además, en una acción sin precedentes, más de medio millón de jóvenes desocupados se dedicaron a plantar árboles para evitar la erosión provocada por los grandes vientos.

¿Qué hacer? Es la pregunta acá y ahora, y no hay una respuesta plena porque la obra es inmensa. Tal vez demasiada para un país acostumbrado a la inmediatez, ineptitud y dejadez, que se satisface con pequeñeces, mezquindades y cualquier cosita para contentar a las masas. Unas masas que no conocen del buen servicio, calidad y competencia, que no ha tomado conciencia de la responsabilidad que se ejerce sin mandatos legales, que no ambicionan grandemente viéndose en medio de la prosperidad y felicidad colectiva.

Perú no puede contentarse con adefesios que se aplauden, que ovacionan a la autoridad mafiosa que se hace de simpatías construyendo obras inservibles o a medio hacer, promoviendo asistencialismos y dependencias para que su reinado sea eterno. Vemos con estupor a los seguidores de Félix Moreno, gobernador del Callao, clamando por su inocencia.

Soy ingeniero y algo habré aprendido ejerciendo como trabajador minero y de construcción civil. Conocer para saber qué sucede. Observar para enterarnos de todas las aristas del suceso. Reflexionar para evaluar todas las implicancias y todas las posibilidades. Decidir lo más conveniente. Y finalmente actuar. Todo eso, en ese orden.

Aquí veremos Pedro Pablo, de qué madera estás hecho. Si eres el Franklin Delano Roosevelt, predestinado a encarar la situación y resolverla con valentía, audacia, imaginación y atrevimientos. Las cosas suceden por razones inexplicables. La corrupción Odebrecht y los destrozos del llamado Niño Costero coinciden con el presidente que más luces presentó como candidato. Es la oportunidad de hacer bien las cosas ahora para no rehacerlas después, para no volver a reconstruir mañana lo que hoy se construyó mal.

Por eso y más, Franklin D. Roosevelt fue elegido cuatro veces presidente y ha sido un “presidente formidable”.


Manuel Gago

Manuel Gago
17 de abril del 2017

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