La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Unos días atrás se conoció que la Fundación Conmemorativa de las Víctimas del Comunismo (VOC en inglés) había inaugurado en Washington D.C un museo que busca honrar la memoria de los más de 100 millones de víctimas del comunismo en Europa, Asia y América del Sur. Al respecto, vale recordar que, en la mayoría de ex países de la Unión Soviética –que hoy afirman sus libertades y constitucionalidades–, igualmente, se organizaron museos, no solo para denunciar la barbarie nazi, sino también las masacres y la crueldad comunistas.
Por todas estas consideraciones, ¿por qué en el Perú los sectores que defienden las libertades y la Constitución no impulsan un museo para honrar a las víctimas del comunismo terrorista de Sendero Luminoso y los héroes campesinos que ofrendaron sus vidas para recuperar la paz? Una pregunta urgente que necesita respuestas. De lo contrario, ¿cómo se puede defender la Constitución y las libertades si no se enfrentan los relatos que nos han llevado a la actual tragedia nacional?
Vale recordar que el presidente Castillo fue elegido Presidente no solo a sabiendas que era uno de los peores candidatos en la historia nacional, sino también a sabiendas de sus claros vínculos con el maoísmo doctrinario del Movimiento por la Amnistía de Derechos Fundamentales (Movadef). ¿Cómo fue posible semejante despropósito de las mayorías? A veces las sociedades se equivocan de gravedad y desatan tragedias.
A nuestro entender, la única explicación de que Castillo haya sido encumbrado como jefe de Estado, pese a que el sentido común lo convertía en un imposible, tiene que ver con los relatos construidos en las últimas tres décadas por el progresismo y las corrientes comunistas. Uno de ellos, el más relevante, es el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Utilizando una serie de conceptos forzados como “conflicto armado interno” y “violación sistemática de derechos humanos”, dicha Comisión logró que la respuesta del Estado, de las fuerzas armadas y las movilizaciones campesinas en respuestas al terror comunista, fueran equiparadas a la vesania, las masacres y el terror de Sendero Luminoso.
De pronto, el fuego y la respuesta del Estado que nos defendió de la agresión y la muerte era igual al terror comunista. En ese contexto, Castillo y sus relaciones con el maoísmo no eran mayor problema. El demonio estaba en otro lado. En cualquier caso, allí reside la enorme importancia de los relatos, de las narrativas o de las simples fábulas. Sin ellos las sociedades no construyen sentidos comunes. Allí también reside la importancia de un museo de este tipo en el país.
Un museo nacional del horror comunista en el Perú, entonces, debería honrar a las víctimas, ya sean individuos o poblados, de los ataques del llamado ejército guerrillero popular. Igualmente debería reconocer a los héroes campesinos que organizaron los comités de defensa y destruyeron el control senderista de más de una tercera parte del área rural.
La ofensiva terrorista causó más de 35,000 muertos en el país, y comenzó con la guerra cultural que el maoísmo desarrolló en las universidades y la escuela pública. Ignorar que el terror nació de una guerra cultural es un grave error para el futuro. De allí la enorme importancia de que un proyecto sobre el horror comunista en el país considere el avance y la persistencia de estas ideologías en la universidad y la escuela pública.
Queda claro, entonces, que cuando se trata de preservar las libertades, pueden ser determinantes la cultura, los relatos y las narrativas.
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