Un voto de confianza esperanzador

En el Congreso una mayoría de 83 votos aprobó la confianza a favor del Gabinete Aráoz mientras solo 17 parlamentarios votaron en contra. Semejante hecho se convirtió entonces en una instantánea esperanzadora que nos permite vislumbrar la posibilidad de superar los problemas políticos, económicos y sociales que se acumularon en el primer año de la administración PPK, caracterizado por una polarización Ejecutivo - Legislativo que nadie hubiese imaginado luego de las últimas elecciones nacionales.

Sin lugar a dudas el voto de confianza mayoritario a favor del Gabinete Aráoz puede marcar un momento político diferente en las relaciones Ejecutivo - Legislativo, no obstante que a ambos lados de la mesa existen sectores que se oponen a las convergencias y los entendimientos. Sin temor a yerros, se puede sostener que los sectores proconvergencia comienzan a imponerse en esta coyuntura, quizá entendiendo que la continuidad del enfrentamiento lleva a una suma con resultado cero tanto para pepekausas como para fujimoristas.

El impulso esperanzador del nuevo momento político debería, pues, llevar a la plena consciencia de que el Perú atraviesa un momento singular en su historia republicana, en el que puede impulsar reformas de segunda generación para consolidar todos los logros económicos, sociales y políticos alcanzados en los últimos 25 años. De lo contrario, como se suele decir, el país se dormiría en sus laureles y se resignaría a la involución económica y al regreso de los estatismos y los populismos.

Como ya lo hemos sostenido en varias ocasiones, el Perú es una típica sociedad de ingresos medios que, luego de una primera generación de reformas, alcanzó tasas altas de crecimiento y porcentajes sorprendentes de reducción de pobreza y aumento de sus clases medias. El hecho de haber reducido la pobreza del 60% de la población a solo 20% es una evidente confirmación de la tesis planteada. Sin embargo, luego de una primera etapa de expansión económica, las sociedades de ingreso medio que no desarrollan una segunda ola de reformas, generalmente, se estancan en el crecimiento, dejan de reducir de pobreza y, de pronto, las nuevas clases medias —que abandonaron la pobreza—, se convierten en enemigas del modelo en crisis y pueden caer con facilidad en la prédica populista. Tal como ha sucedido en Venezuela, Argentina y Brasil.

De allí el contenido esperanzador del entendimiento entre Ejecutivo y Legislativo, entre pepekausas y fujimoristas, que parece reflejar el eventual voto mayoritario a favor del Gabinete Aráoz. Quizá con algo de exceso de optimismo podríamos señalar que fujimoristas y pepekausas comienzan a entender el momento de la República y sus respectivas responsabilidades históricas.

En todo caso se puede pecar de optimistas, pero el optimismo es un error que se puede cometer en política porque predispone a los actores hacia conductas de buena voluntad. Y esa buena voluntad nos lleva a sostener que los entendimientos Ejecutivo - Legislativo deberían llevar a derogar todas las leyes antimercado, tales como la norma que prohíbe utilizar la leche de polvo importada en la elaboración de productos lácteos y la ley sobre cabeceras de cuencas, que establece la posibilidad de prohibir las inversiones mineras por encima de los 3,000 metros sobre el nivel del mar.

Ese mismo optimismo nos debería llevar a sostener que pepekausas y fujimoristas asumirán como retos la necesidad de superar los cinco puntos de caída en el último ranking de competitividad del Foro Económico Mundial, la urgencia de desarrollar una reforma laboral que permita enfrentar la agobiante informalidad, la reforma institucional y del sistema de justicia que perfeccione nuestro contrato social, la solución de los dramáticos déficits de infraestructura, y las correspondientes reformas de educación y de salud. En cualquier circunstancia, vale cometer el pecado del optimismo.