Un dilema para la izquierda

Sobre las relaciones entre democracia y mercado

La izquierda siempre ha tenido una relación conflictiva con la democracia. Para ella la libertad siempre ha sido relativa, desde la Guerra Fría de ayer hasta la imposibilidad presente de deslindar categóricamente con el autoritarismo bolivariano. Sin embargo, se ha dado maña para aparecer defendiendo las libertades, sobre todo frente a los excesos autoritarios del fujimorato. Algo de esto acaba de suceder con las críticas a los recientes puntos de vista sobre la democracia de Kenyi Fujimori y Martha Chávez.

Si bien se acierta en algunas críticas al autoritarismo de los noventa, la izquierda no nos dice nada sobre cómo se construye la democracia. En todo caso, para clarificar las cosas y no caer en los fuegos artificiales de citar a autores –que generalmente encandilan al intelectual adolescente- formulamos la pregunta: ¿Son posibles la democracia y la libertad al margen de una economía de mercado y una sociedad de propietarios? Nuestra respuesta es negativa. ¿Qué nos dice la izquierda al respecto? O, para ser más puntuales, ¿acaso el divorcio entre democracia y mercado en nuestra historia republicana no explica los fracasos institucionales?

La democracia se enraizó en Occidente, sobre todo en Estados Unidos y el Reino Unido, porque el sector privado siempre fue más grande y masivo que el estado. De allí que el principal crítico anti mercado de la Ilustración, Karl Marx, sostuviera que la democracia era el sistema de la burguesía. No le faltaba razón. La historia nos demuestra que la democracia y la libertad son hijas legítimas de la burguesía, de la emergencia empresarial.

A pesar de los estropicios que desarrolla el nacionalismo con la institucionalidad y la economía, hoy el Perú avanza hacia el cuarto proceso electoral sin interrupciones. Y lo hace no obstante la crisis de los partidos políticos y el descrédito general de las instituciones. En el siglo XX, exceptuando la llamada República Aristocrática, la democracia en el país solo duraba una década y era seguida por otra de autoritarismo.

Otra pregunta para la izquierda: ¿Cómo explicamos la persistencia de la democracia? En los últimos 25 años, la única novedad histórica es el crecimiento económico que propició la emergencia de una sociedad de propietarios luego que las reformas económicas de los noventa liquidaron el proteccionismo, el estado empresario y la regulación de la economía. Es decir, solo la economía explica la continuidad institucional. No hay otro argumento, o, ¿sí?

La izquierda no puede seguir eludiendo una respuesta al tema. A veces la raigambre aristocrática y oligárquica la lleva a pensar que puede ningunear una interrogante, pero, en la sociedad abierta, sobre todo, que se ha vuelto más abierta con la revolución digital, las interrogantes sin absolver se tornan en confesiones de parte.

A nuestro entender la izquierda pretende separar la democracia de la libertad económica para organizar un discurso coherente en contra de las inversiones y la preponderancia del sector privado en la economía. De aquí hacia el 2016 observaremos cómo proliferan los proyectos estatistas y anti empresariales, tal como lo demuestran los debates alrededor de Petroperú y las iniciativas que pretenden liquidar el mercado libre de tierras.

Invocando evitar los fuegos artificiales o el recurso de proclamarse como los representantes de lo “académico”, volvemos a formularle la pregunta a nuestra izquierda local: ¿Se puede pensar la democracia al margen del mercado?