La comisión de Constitución del Congreso de la R...
¿Por qué tenemos una de las legislaciones laborales más “socialistas” del hemisferio?
La desaceleración económica y el bosque de sobrerregulaciones que ahogan a nuestra economía también han generado iniciativas interesantes y voluntades de avanzar hacia mayores libertades en la economía. Ese espíritu existe en las propuestas de reformas tributaria y laboral planteadas por diversas entidades y en la posibilidad de que el Congreso forme comisiones para discutir las mencionadas iniciativas. Sin embargo, sorprende la tozudez y la insensibilidad social de algunos sectores que deberían entusiasmarse con este tipo de planteamientos.
Por ejemplo se ha propuesto reducir el IGV hasta los 10 puntos y bajar el Impuesto a la Renta de tercera categoría de 30% a 15%. Y para enfrentar el empleo informal que afecta a cerca del 70% de los trabajadores, los planteamientos son más audaces: vacaciones de 7 días en los primeros cinco años de trabajo (luego serían 15), dos gratificaciones de medio sueldo al año y contratos temporales, entre otras medidas.
Semejante iniciativa no se aplicaría al 30% de los trabajadores que hoy tienen todos los beneficios sociales y laborales que pueden pagar las grandes empresas o el sector formal que tributa. Sin embargo, la Confederación General de Trabajadores (CGTP) ha saltado hasta el techo argumentando que los derechos de una minoría de trabajadores deberían extenderse a todos. Pero cuando se admite que hay solamente una minoría con derechos estamos hablando de privilegios. ¿O no?
Es decir, pretende que los informales continuen fregados. Es el razonamiento de un cascarón sindical que ni siquiera representa a una mínima parte del 30% de los trabajadores formales. Es el razonamiento también de una izquierda momificada que todavía no comprende las migraciones, ni la explosión empresarial en las ciudades, que han cambiado para siempre la historia del país. Una izquierda que sueña o sufre de pesadillas con las grandes fábricas de la guerra fría y gigantescos sindicatos que mediante plataformas salariales “irían socializando la economía”.
Los mercados populares y el camino empresarial de la mayoría de peruanos que desbordaron el estado oligárquico, de una u otra manera, representaron la antesala de los ajustes económicos de los noventa. La economía abierta nos permitió crecer a niveles sorprendentes, pero la cultura y la política estatista no se batieron en retirada, permanecieron agazapados. Allí está la legislación laboral que todavía impide que millones de trabajadores informales tengan vacaciones, gratificaciones y accedan a los sistemas previsionales y de salud.
Pero, la pregunta que interpela es ¿cómo una de las economías más abiertas de América Latina tiene una de las legislaciones laborales más “socialistas” del hemisferio? ¿Por qué no se entiende que las pequeñas empresas (emplean cerca del 80% de la PEA) no pueden pagar los sobrecostos laborales que pagan las grandes compañías? ¿Por qué el Ejecutivo y el Congreso no desmontan la muralla laboral?
Pueden existir varias explicaciones desde la política, la cultura, y las tradiciones legales, pero quizá la ausencia de los mercados emergentes en el espacio público sea algo muy importante. Si los pequeños empresarios informales, que deben evadir los muros laborales para sobrevivir, convergieran con los trabajadores informales que deben aceptar la exclusión de derechos reconocidos por la Carta Política, entonces, se crearía una ola social, una voz tan potente y poderosa que nadie podría dejar de escuchar.
Los políticos recogerían las demandas de estas sociedades emergentes y las aristocracias sindicales, los cascarones vacíos que se destartalan en locales deshabitados, y los teóricos del ayer, se batirían en retirada ante las demandas de los abajo. Desde abajo solo viene más demanda de libertades. El burocratismo, el estatismo, sobrevive en las alturas. ¡Trabajadores informales, uníos contra las aristocracias sindicales!
COMENTARIOS