Sobre ladrillos y argamasa

La importancia de la política para consolidar la democracia y el desarrollo         

El reconocido periodista Agustín Figueroa en su columna del diario Correo usa el concepto de “tecnopolítica”, citando una reciente entrevista a Pablo de la Flor, presidente de la Cade 2014.  La idea se refiere la necesidad de acercar las visiones tecnocráticas a la actividad política, al quehacer público de la democracia. El concepto es muy importante porque reconoce la importancia de la política y también porque reconoce que ella se ha distanciado gravemente de criterios técnicos.

El descrédito de los partidos y el espacio público en el Perú ha devaluado de tal manera la política que algunos creen que solo los debates económicos, las propuestas de reformas sectoriales y el protagonismo de la tecnocracia son suficiente para organizar la democracia y el mercado. Bueno, ese modelo ha entrado en crisis, ha llegado a un límite que comienza a cobrarnos la factura.

Si quisiéramos hallar las causas de la desaceleración económica que lentifica la reducción de pobreza, ¿no encontraremos principalmente razones políticas? ¿La desaceleración no es acaso hija de un régimen que jugó con el fuego estatista en los primeros dos años de gobierno?

Si quisiéramos encontrar las causas del porqué la economía peruana, una de las más abiertas de América Latina, se ha convertido en una de las más sobre-reguladas, repleta de trámites que ahogan a la inversión privada, ¿también no hallaríamos  motivos políticos?

El funcionario del ministerio, de la región, del municipio, que crea un trámite más ante el ciudadano o el inversionista, para sacar el cuerpo, ¿no se cuida las espaldas ante ofensivas políticas de los radicalismos? Y si las ofensivas del radicalismo son posibles, ¿no tienen que ver con la demonización del empresariado nacional, convertido en la fuente de todas las pobrezas? ¿Esa demonización no es resultado de la renuncia a la lucha ideológica y política de quienes defienden la economía libre?

Las postergaciones y retrasos de la imprescindible reforma de la educación, ¿no tienen acaso orígenes políticos? El sindicato magisterial hasta el gobierno anterior era una dictadura que bloqueaba cualquier reforma meritocrática del sector. ¿No era un asunto estrictamente político? ¿El fracaso de la regionalización habría sido tan catastrófico si hubiesen existido partidos nacionales? Todo parece indicar que no. Otro asunto político.

Cuando la política en el país se vistió con los atuendos del populismo, alejándose de los criterios técnicos de una economía viable, cavó una fosa de la cual hasta hoy no sale. Cuando el fujimorato abolió la democracia convocando a una eficiente tecnocracia nacional, algunos creyeron que los técnicos eran suficientes. Pero con el retorno de la democracia, la vigencia de tres gobiernos constitucionales y el surgimiento de los problemas que ahora enfrentamos, el grito se extiende: necesitamos de buena política, de buenos políticos.

En una sociedad abierta, en una sociedad con democracia y economía de mercado, la política es el combustible, la electricidad, la argamasa con que funcionan las partes y los engranajes. Si las necesarias propuestas de reforma sectoriales no incluyen propuestas políticas para implementarse solo serán ladrillos de una arquitectura por hacer. Por ejemplo, la reforma laboral no solo debería movilizar a los gremios empresariales sino gestar una mayoría en el Congreso a favor que demandaría una amplia convergencia sobre el tema. Pura política.

En las dictaduras y los autoritarismos el binomio poder- tecnocracia es suficiente. En democracia, una propuesta de reforma sin política y actores públicos es un ladrillo aislado. Necesita de la argamasa que es la política para formar parte de la arquitectura social.

01 - dic - 2014