Una de las preguntas más recurrentes en el análisis pol&...
La Comisión Permanente, en primera votación, aprobó restituir la firma de Alberto Fujimori Fujimori en la Constitución Política de 1993, gracias a la iniciativa de Fernando Rospigliosi, presidente de la comisión de Constitución del Legislativo.
Luego de la noticia es válido preguntarse cómo así se borró la firma del expresidente Fujimori si él fue el jefe de Estado que firmó y promulgó la Constitución de 1993. Tal como lo señala el reconocido constitucionalista Domingo García Belaunde, en una videocolumna en El Montonero, el Perú tiene 12 constituciones y nunca se intentó borrar de nuestra historia a los personajes más polémicos, ni siquiera al ex presidente Augusto B. Leguía, quien padeció de un encono de sus rivales muy parecido al que enfrentó Alberto Fujimori. ¿Qué sucedió entonces con el ex presidente de los años noventa?
La explicación: el avance de las corrientes progresistas y neocomunistas en el imaginario nacional fue determinante en este intento de reescribir la historia, de eliminar personajes y hechos históricos. Y es que el progresismo y el neocomunismo están emparentados con el leninismo en el sentido de que todas sus reflexiones y propuestas están subordinadas a una estrategia de poder. Y una estrategia exitosa para llegar al poder, para controlar las narrativas y relatos, pasaba por convertir al régimen de los noventa y las reformas implementadas en el origen de las tragedias nacionales.
Sin embargo, más allá de las imperfecciones y límites de la Constitución que promulgó Fujimori –como la unicameralidad, por ejemplo– y el previo golpe de Estado del 5 de abril de 1992, la Carta Política de 1993 tuvo un acierto que explica su longevidad de 30 años: el régimen económico constitucional. En este modelo se abolió el Estado empresario, que había hundido a Hispanoamérica en el siglo XX, y se consagró el papel subsidiario del Estado con respecto al sector privado, se consagró el respeto a los contratos, a la propiedad privada y se decretó la libertad de precios, mercados y el comercio exterior.
Semejante marco constitucional posibilitó que el PBI se cuadruplicará, que la pobreza se redujera del 60% de la población a 20% (después de Pedro Castillo aumentó casi al 30%) y que nuestra sociedad pasara de ser una de ingreso bajo a otra de ingreso medio. A pesar de los retrocesos, a pesar de las leyendas en contra, el modelo económico produjo el mayor proceso de inclusión de nuestra historia republicana, y es la principal explicación de la continuidad de la Carta de 1993 por tres décadas.
El progresismo y el neocomunismo entonces tenían que borrar de la historia a Alberto Fujimori porque era la condición básica de todas las narrativas y relatos que se construyeron en los últimos años. Sin Fujimori convertido en el origen de todos los males, los infiernos y los desencuentros del Perú, nuestra sociedad sería una totalmente diferente. Lo más probable es que hoy tendríamos un ingreso per cápita cercano a un país desarrollado.
El impulso del progresismo y el neocomunismo en el Perú para eliminar de la historia hechos y personajes también se emparenta con el estalinismo, corriente ideológica que no solo eliminaba acontecimientos y personajes que caían en desgracia, sino que también solía borrar personajes de las fotografías. La estrategia de concentrar un poder totalitario para Stalin demandaba, pues, esta manipulación de la historia, tal como si se tratara de escribir un relato a voluntad.
La decisión de la Comisión Permanente de restablecer la firma de Alberto Fujimori en la Constitución de 1993, pues, tiene un enorme sentido democrático que nos aleja de los impulsos más oscuros del progresismo totalitarista.
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