Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Días atrás, desde el banco de inversión holandés ING, se publicó un comunicado en el que se informa que dicha entidad “no financiará el comercio de petróleo y gas en Perú”. La razón principal de esta controvertida decisión se debe “a la preocupación por el impacto de la industria en las comunidades indígenas de la región declarada como Zonas de Aguas Sagradas en la Amazonía, o también denominado Proyecto de Cuencas Sagradas”.
De hecho la decisión del banco europeo no es novedad. ING, en febrero pasado asumió el mismo criterio de no financiar ningún proyecto de petróleo en el vecino país de Ecuador. Semejante decisión representa una pérdida de más de US$ 10,000 millones en futuros proyectos de hidrocarburos en los que ING iba a participar. En otras palabras, una terrible derrota para la economía ecuatoriana.
La decisión de ING de no financiar ningún proyecto en Ecuador ni en Perú, revela el triunfo de una estrategia internacional de diversas organizaciones no gubernamentales de izquierda mundial y de políticos convertidos ahora en “defensores del medio ambiente”. El objetivo de esta estrategia es, según ellos, “proteger a la Amazonía de las industrias extractivas”.
Vale recordar también que el Proyecto Cuencas Sagradas es una iniciativa de diversas organizaciones no gubernamentales que enarbolan el radicalismo ambiental con el supuesto fin de “proteger” los 35 millones de hectáreas de la Amazonía peruana-ecuatoriana, en nombre de “los pueblos nativos e indígenas”. En otras palabras, pretenden crear una estructura paralela, un Estado en medio de Perú y Ecuador, donde las oenegés de izquierda impongan un orden alternativo a las constituciones y legalidades de los países. Es decir, que se renuncie a las soberanías nacionales, siguiendo los criterios del Convenio de Escazú.
Asimismo, como parte de sus declaraciones fundacionales, los firmantes (todas oenegés) insisten en “la no ampliación de la industria extractiva, incluidos los hidrocarburos, la minería e infraestructura relacionada en la región”. Es evidente el predominio del enfoque de una economía “postextractivista”.
Las organizaciones no gubernamentales y el radicalismo ambiental han desarrollado poderosos relatos, incluso a nivel mundial, con respecto a las industrias extractivas, el agua y la Amazonia, entre otras. Por ejemplo, hace pocos días varios parlamentarios de extrema izquierda, con el fin de liquidar la minería y el capitalismo, han presentado otro proyecto para declarar la intangibilidad de las denominadas cabeceras de cuenca, un mito que de ser aceptado sería el fin del 80% de operaciones mineras, que están encima de los 3000 metros sobre el nivel del mar.
La Amazonía hoy es una tierra de nadie. El narcotráfico, la pobreza y la deforestación son plagas que arrasan nuestros bosques. Asimismo, se han deforestado cerca de diez millones de hectáreas, sobre todo por los migrantes de la sierra; pero también con participación de los pueblos indígenas, que igualmente desarrollan contratos informales con los taladores ilegales.
Con respecto a los relatos que desarrolla la izquierda internacional vale decir que no es que las comunidades nativas rechacen las inversiones en petróleo, gas y minería, sino que carecen de los derechos de propiedad para hacer valer sus prerrogativas; sobre todo frente al Estado, que otorga las concesiones. La idea de que los pueblos indígenas se oponen a las inversiones es el eterno cuento de las oenegés de izquierda para desarrollar sus estrategias de financiamiento. En Madre de Dios, por ejemplo, muchas comunidades han llegado a acuerdos con mineros informales para que ellos paguen S/ 10,000 por explotar el territorio.
Asimismo, la pobreza que ataca a casi 8 de cada 10 nativos solo se puede reducir con un Estado soberano. La única manera entonces de proteger a los 333,000 nativos, a la cultura de los pueblos indígenas, al medio ambiente y a la riqueza ecológica es convirtiendo a la Amazonía en el paraíso de los derechos de propiedad y los contratos formales.
Hoy las oenegés y algunos dirigentes viven del cuento de la defensa de una Amazonía que solo está en sus sueños.
COMENTARIOS